Dejando de lado el rock, en las próximas semanas estaré
escribiendo sobre discos de jazz y estilos adyacentes. Y hoy empiezo con ello.
El disco que les traigo esta vez es la unión entre 2 de los
mayores genios musicales de estos tiempos desde décadas atrás. Son 2 de esos
artistas que no pueden ser encasillados estrictamente dentro de una categoría y
que año a año demuestran evolucionar y explorar nuevos territorios: Pat Metheny
y John Zorn.
Pat Metheny, de los 2, es el menos heterogéneo, pero esta afirmación va solo por el lado de
la comparación, pues el mundo de Metheny es inmenso.
Desde sus inicios como guitarrista en la banda de Gary
Burton, se inclinó hacia el jazz. Sin embargo, ya en sus primeros discos fue
mostrando otras influencias, como el folk, rock, influencias latinas, etc.
Varios discos como “Pat Metheny Group”, “Offramp”, “The Way
Up”, etc, nos dan a conocer su lado jazzístico.
Discos como “New Chautauqua”, su obra maestra a mi
consideración y a su vez uno de los mayores logros de la música popular, nos
muestra un Metheny en busca de ambientes y paisajes sonoros pintados con aires
de jazz, folk y algo de new age de los ’70.
Luego nos encontramos con otros como “Secret Story” o
“Imaginary Day” donde el género es bastante indefinible debido a la enorme
mezcla de lenguajes musicales, llegando a incluirse tradiciones folklóricas
asiáticas muy lejanas a la cultura anglosajona.
Pero también tenemos un Metheny super experimental en varios
temas de su disco “Quartet” junto su clásico grupo Pat Metheny Group, en el
cual siempre ha participado el excelente tecladista Lyle Mays, el mayor
colaborador de Metheny, y más que nada en “Zero Tolerance for Silence”, 5 temas
de superposiciones contrapuntísticas de guitarras eléctricas con gran
distorsión que logran un ambiente sucio y pesado, llegando al noise rock más
salvaje y demente que uno podría escuchar. Y hay varias caras más.
Como guitarrista, es, a mi consideración, el mejor desde su
aparición. Conozco varios guitarristas. Algunos llegan a un virtuosismo
inigualable. Otros llegan a un nivel melódico que pareciera que cantarán. Pero
muy pocos, MUY POCOS, llegan a combinar ambas de forma precisa. Metheny es de
esos poquitísimos guitarristas que logran tener un virtuosismo técnico único y
que a su vez llegan a un desarrollo melódico impresionante. Canciones como “New
Chautauqua” tienen un nivel técnico que pocos podrían igualar pero a su vez son
solos que pueden cantarse. Es literalmente el punto máximo al cual un
guitarrista puede llegar. Y les dejo aquí para que lo comprueben: http://www.youtube.com/watch?v=-odr6jeYfo4
John Zorn es de esos hombres que lanzan, lanzan y lanzan
música sin parar, en un abanico gigante de estilos musicales. Es como un Frank
Zappa.
Sin embargo, la música de Zorn es bastante más arriesgada en
cierto sentido. Nunca nos vamos a encontrar con discos como “Sheik Yerbouti” o
“Overnite Sensation” de Zappa, discos en los que se puede encontrar rock en un
estilo más clásico. Zorn es un experimentador y siempre se ha manejado con
lenguajes musicales en donde la experimentación es algo fundamental.
Dentro de su gigantesca discografía, la cual alcanza más de
400 álbumes, nos encontramos con jazz, improvisación libre, rock, heavy metal,
hardcore punk, noise rock, klezmer y otras tradiciones judías, música
clásico-contemporáneo, música para películas, etc.
Es un hombre inclasificable que salta de una punta a la otra
constantemente. Bueno, sin ir más lejos, este hombre nos presentó Masada, una
banda que tocaba una mezcla de jazz con klezmer en un ambiente super tonal y
bastante accesible y un año antes se encontraba con Naked City, una banda que
llevaba la música a su estado de mayor violencia y agresividad, plagada de
cambios bruscos en temas que no llegaban al minuto. Aquí les dejo un ejemplo de
Masada: http://www.youtube.com/watch?v=fzzt2kCix8c y aquí uno de Naked City: http://www.youtube.com/watch?v=oXcgg7WC7LI
La historia de este disco empieza años atrás.
Durante la época de Masada, Zorn escribió un libro de unas
200 canciones con influencias de tradición judía. Estas contaban con una
melodía y una serie de reglas para seguir la canción, como las tonalidades o
modos en las cuales tocar, el tempo y otra serie de reglas, lo cual da la
posibilidad de improvisar o de “componer” el resto del tema. Estos temas fueron
tocados con la banda en su 1er época.
Para el 2004, Zorn había compuesto unas 300 canciones más,
las cuales las incluyó en un segundo libro de Masada titulado “The Book of
Angels”. Este segundo libro no ha sido interpretado por la banda sino por
diferentes músicos, algunos a pedido de Zorn y otros simplemente le han pedido
a este genio que les seleccionara algunos temas para interpretar. Entre estos
se encuentran Marc Ribot, Medeski Martin & Wood, Mark Feldman y Ben
Goldberg.
Unos meses atrás, mediante una charla via email, Metheny le
comentó a Zorn acerca de sus ganas de interpretar algunas de las canciones de
este libro. Eran enormes fanáticos uno del otro pero nunca habían trabajado
conjuntamente. Metheny creía que podía aportar en esta serie de
interpretaciones y Zorn no dudo ni un segundo en aceptar la propuesta e hizo
una selección de canciones para el brillante guitarrista.
Metheny comenta que el trabajo empezó a partir de la
improvisación, analizando los parámetros de estas canciones y viendo cuales eran
las posibilidades musicales e instrumentales que las reglas permitían. La
improvisación empezó con el arsenal instrumental que finalmente sería el que
utilizaría en el disco: guitarras, sitar, bajo, tiple, teclados, bandoneón,
percusión, fliscorno y el sistema orchestrionics que diseñó para su álbum
“Orchestrion” (un set de instrumentos controlados mediante medios electrónicos
que permite a Metheny tocarlos todos a la vez, algo así como una pianola
multi-instrumental). También lo acompaña Antonio Sánchez, increíble baterista
con el cual ha colaborado en los últimos 11 años.
En este álbum titulado “Tap: John Zorn’s Book of Angels, Vol.20”
y lanzado en Mayo de este año 2013, nos encontramos con 6 de las centenares de
canciones de este libro. Debido a que hay una edición lanzada por el sello Nonesuch y otra por el Tzadik (el sello de Zorn), hay 2 arte de tapa diferentes, una para cada sello discográfico.
El álbum es estilísticamente bastante versátil. Aunque hay
una gran predominancia de influencias de tradición judía con una base de klezmer
y músicas de medio oriente, ya que las melodías e ideas principales de las
canciones fueron compuestas por Zorn en esa índole, el álbum va viajando entre
ambientes semi-rockeros, acústicos tranquilos, unos tonos jazzeros, un lado
algo progresivo y bastante experimentalismo.
Es claro que Metheny adoptó 2 caras musicales. Por un lado,
es evidente que en cada canción hay planificación, tanto instrumental como en
el desarrollo, ya que en todos los temas podemos notar secciones con conexiones
muy bien logradas y arreglos que no suceden por arte de magia. Pero a su vez,
siendo un jazzero, hay mucha improvisación. Nos encontramos con excelentes
solos de guitarra y otros instrumentos del arsenal de este músico y participaciones en constante cambio por parte
de Antonio Sánchez. Metheny siempre ha sido un maestro de estos 2 caras, que
por lo general, deja en duda cuando empieza una y termina la otra (el ejemplo
máximo de esto es su obra maestra para su grupo titulada “The Way Up”, una
verdadera obra de unos 70 minutos sin parar donde estas 2 caras son llevadas al
límite).
El disco abre con “Mastema”. Ya desde el inicio nos damos
cuenta de las evidentes influencias de tradición judía. Pero a su vez notamos,
por el lado de Zorn, esa deformidad musical, utilizando un compás de 10/16. Por
el lado de Metheny, quien es el que eligió el instrumental y le dio forma a
esta música, es claro que aquí se aleja de su sonido más jazzero y se acerca a
esas influencias de otras tradiciones musicales ajenas a lo anglosajón, influencias
que se pudieron escuchar perfectamente en discos como “Secret Story” e
“Imaginary Day”. A la vez, el riff que da inicio a la canción recuerda mucho al
trabajo de Robert Fripp en los’80 con su String Quintet. Luego de la
introducción de la melodía principal, empezamos a escuchar la guitarra
improvisada de Metheny con un sonido totalmente ajeno al que estamos
acostumbrados. No hay nada de ese sonido de micrófono de puente con un timbre
suave con pocos agudos. Acá nos encontramos, en los 2 casos de improvisación,
con un Metheny distorsionado y sucio a un punto chirriante y destructivo. Lo
interesante es que en cada caso, el sonido de la guitarra es diferente y ambas
improvisaciones son muy diferentes. Es que Metheny siempre comenta que detesta
usar efectos de guitarra como un simple coloreo del sonido. El usa muy pocos
efectos y cada efecto lo piensa como instrumento diferente. La canción a su vez
está plagada de detalles que la acercan a algo electrónico experimental,
dándole una identidad muy particular.
“Albim” empieza con una guitarra acústica tranquila. El
ambiente general del tema es así, más allá de que a los pocos minutos se eleva.
Tal vez sea en este tema en donde menos se siente la presencia de Zorn,
llevándonos al lado más jazz acústico de Metheny. La batería de escobillas de
Antonio Sánchez ayuda mucho a lograrlo. Nuevamente, podemos notar como Metheny
tiene un concepto totalmente diferente con la guitarra acústica, ya que sus
solos y participaciones son muy distintas a lo anterior, más allá del ambiente
generado.
Con “Tharsis” volvemos a ese paisaje de medio oriente en un
ambiente bastante klezmer pintado por el lenguaje de tonos a lo Steve Reich de
los últimos tiempos de Metheny. La melodía principal es muy interesante ya que
parece un espiral interminable gracias a su carencia de pausas. Cuando empieza
la parte de improvisación nos encontramos con el efecto de guitarra más
conocido de Metheny. Aunque ha tenido varias caras en su instrumento, las 2 más
conocidas son la limpia de timbre opaco bien jazzero y el de esta canción. Lo
más interesante de este tema son la cantidad de detalles que decoran la melodía
principal, además del acompañamiento que, unido a lo anterior, forma un
contrapunto de laberinto. La gema está en el final con la participación de una
guitarra eléctrica con un efecto que logra un grito destructivo.
“Sariel” nos transporta a un ambiente desértico cargado de
detalles por el arsenal guitarrístico de la canción. Es muy interesante el
ambiente imponente y gigante que se logra en la 1era sección, con una manada de
guitarras rasgueadas acompañadas de solos destellantes, y el ambiente tranquilo
y meditativo que le continúa, con un contrapunto lento de esas guitarras.
“Phanuel” es la canción más tranquila del disco. Es la
guitarra acústica quien tiene la voz principal durante el transcurso del tema,
tanto en la parte de acompañamiento como en la solista. Sin embargo, nos
encontramos con teclados y acordiones delirantes y experimentales en la 1er
sección del tema y una percusión más que nada de platillos en la 2da, la cual
no llega a marcarnos el pulso y ritmo, ayudando a mantener ese ambiente
tranquilo y flotante durante la duración total. Es un tema muy contemplativo y
reflexivo.
“Hurmiz” cierra el disco con el lado experimental de
Metheny. Desde un principio nos encontramos con un piano tonal pero totalmente
loco y caricaturesco que resuena mucho a las piezas de Erik Satie. Pero lo
interesante es que a los pocos segundos aparece Antonio Sánchez con un
interminable e increíble solo de batería, demostrando que este hombre
trasciende el lenguaje de jazz y puede llegar a niveles de experimentalismo increíble.
Más llamativo aún son los planos del tema, ya que, por más que el piano sea el
único instrumento melódico, debido a su repetición y poca variabilidad y por
ende carencia de factor sorpresa, este se encuentra en un segundo plano y es la
percusión que nos mantiene atentos constantemente.
Algo que sucede en cada canción excepto en “Tharsis” y
“Hurmiz”, es que cierran con una coda que generalmente va hacia un lado más
experimental y de improvisación libre, como si de a poco nos fueran anunciando
el final del disco. En el 1er tema nos encontramos con una especie de remix
desenfrenante de un solo de la guitarra que cierra el tema. En el 2do con un pasaje
con enlaces de acordes inconexos, dejando un ambiente impresionista cargado de
duda. “Sariel” cierra con una
improvisación libre entre una guitarra super distorsionada y chillante y la
batería de Antonio Sánchez. Finalmente
“Phanuel” cierra con una coda oscura y grave dejando una sensación
apocalíptica. Es verdad que estas codas poco tienen que ver con lo que les
precedía y en cierto modo no tienen sentido alguno, o sea, no tienen mucha
razón de ser en el discurso de cada canción. Sin embargo, están muy bien
logradas y tienen gran valor. Tal vez es una intención de ruptura
descontextualizada que de alguna forma borra todo lo escuchado previamente, como
una limpieza sonora, y así empezar el siguiente tema con los oídos en un estado
neutro.
“Tap” está cargado de detalles. Aunque obviamente hay 2
planos, el melódico y el acompañamiento, uno puede desmantelar el 2do y notar
pequeños detalles, tanto percusivos como melódicos, que le dan color y vida a
toda esta música. No hay ninguna canción que sea simplemente 3-4 instrumentos.
En todas hay un arsenal instrumental en un estilo minimalista que hace que la
carga de instrumentos no vaya para el lado de un contrapunto inmenso y así una
decena de voces al mismo tiempo, sino por un lado más tímbrico. Muchos
instrumentos hacen lo mismo o algo muy parecido y lo que se escucha no son 2
instrumentos, sino la sumatoria que crea un timbre rico, complejo y diferente.
Una vez más, John Zorn demuestra que no tiene nada que
envidiarle como compositor a ninguno de los más reconocidos, ya que su abanico
musical es tan grande que no hay tiempo ni palabras para clasificar cada uno de
los estilos que lo conforman. Es un hombre con ideas originales y bien
desarrolladas, tanto en un nivel más tradicional por el lado melódico y
armónico como por el lado conceptual trayendo ideas y propuestas típicas de la
música clásico-contemporánea de la post-guerra del siglo XX.
Pero más que nada, se evidencia nuevamente que el mundo de
Pat Metheny es inmenso y en constante expansión. Es un hombre que suma y no
remplaza. Podemos escuchar influencias y sonidos del pasado, detalles e ideas
que ha utilizado previamente. Pero estas son reformuladas y adaptadas a este
nuevo contexto y surgen combinaciones que no habían aparecido antes. A su vez,
hay una suma, ya que se trata de música hecha por otra persona de otra rama
musical.
El resultado de “Tap: John Zorn’s Book of Angels, Vol.20” es
algo bastante único y es una nueva rama en la música de Metheny, demostrando
una vez más que este artista siempre se mantiene vivo y en constante cambio, en
constante evolución.
Aquí les dejo un link para que puedan escucharlo online: http://grooveshark.com/#!/album/Tap+Book+Of+Angels+Volume+20/8955182
HASTA LA PRÓXIMA SEMANA!!!
2 comentarios:
No soy muy aficionado al Jazz, pero leyendo estos estupendos artículos me entra el gusanillo por este estilo.
Simplemente aprovecho este comentario para enviarte un saludo, amigo Santiago.
Santi,ya lo he escuchado por encima y la verdad es que parece un disco muy interesante, me gusta el sonido, tienes razón en decir que es un poco inclasificable.
Me lo guardo en mis favoritos de Grooveshark, para escucharlo con tiempo.
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