martes, 24 de septiembre de 2019

Mansalva - "Invocar"


La realidad uruguaya siempre ha sido desfavorable para el arte. Teniendo en cuenta que es un país bastante tradicional y conservador en lo que a cultura concierne (y bueno, si uno cree que la cultura es uno de los máximos referentes que definen a una sociedad, tal vez podemos hasta extender esta declaración), sumado a la comodidad y desinterés por la vida activa desde un aspecto humano y filosófico, algo que varios declaran como en estado creciente, uno puede imaginar que hacer arte, del que sea, es algo no sólo difícil, sino que parece imposible....e imagina bien.

Cuando hablo de arte no hablo sólo del hecho práctico, sino del arte como una expresión y desarrollo del ser, que incluye no sólo la relación afectiva-emocional, sino, a su vez, un trabajo intelectual constante y en constante diálogo con esa práctica. Arte como una expresión emotiva, filosófica, ideológica, política, social, o sea, una expresión humana.

No hay que olvidarse que la sociedad a nivel mundial no sólo desvalora cada vez más el arte (y por ende las humanidades....y por ende la cultura), sino que, en general, para todo, hay una actitud de consumidor pasivo: la información corre automáticamente mientras uno está ahí, quieto, sin interactuar realmente con esa información, y uno pesca lo que se engancha a las antenas receptoras de uno. Y esto es algo de lo que Uruguay no escapa.

Unos podrán decir “....pero no todo tiene que ser nuevo”. No, claro que no. De hecho, es imposible, pero seamos sinceros: en Uruguay poco y nada lo es y mucho menos bien recibido. No hay interés en ello. Hacer arte, el que sea, que proponga algo realmente diferente no despierta la curiosidad e interés de la enorme mayoría. Basta con ver qué se premia, qué se reseña, qué suena en las radios, qué se comparte en las redes, a qué conciertos se atiende. Y esto, todo lo mencionado, no sólo por parte del público. Los músicos también.

Pero falta otro gran detalle: TODO esto, en su enorme mayoría, es arte generado por hombres. Porque el machismo no escapa ni en el arte en este país. La mayoría de las propuestas son por hombres, la mayoría de las reseñas, los espacios, todo. Hay menos oportunidades para las mujeres para hacer música que para los hombres. Y no es porque no quieran. Varias de las personas más interesadas en la música que conozco son mujeres. ¿Pero qué motivación va a haber en hacer algo en lo cual van a tener muy poco espacio? Y aún más, teniendo en cuenta que las propuestas novedosas, o que intentan buscar un giro de tuerca y no caer en la complacencia del público, son cuasi escasas, sumado a lo anterior....¿qué motivación va a haber para una mujer hacer música y sobre todo con esta actitud para, en fin, arrojarse a un charco sin agua? Para peor, cuando se intenta ser compasivo, la discriminación sigue. Basta con escuchar frases como “...y es mujer!” cuando se trata de una propuesta bien lograda.

En este panorama bastante desencantado y que no motiva mucho, han aparecido en los últimos tiempos algunas artistas que se han animado a recorrer este camino, propuestas serias y con un trabajo fino y comprometido. Y estas propuestas además, de alguna forma, parten de algo en común: la tradición de la canción popular uruguaya más “experimental” (uso comillas porque es un término que desprecio, pero en este momento no se me ocurre otro y de esta forma se va a entender), una forma que ha sido dominada por hombres desde su inicio y que ahora en los últimos años ha sido tomada por varias mujeres, algunas con varios de los trabajos más interesantes en los últimos tiempos.

Una de esas propuestas, que es la que nos concierne esta vez, es Mansalva.
El cuarteto está formado por María Eugenia (coros, guitarra), Eva Luna (coros, percusión), Mika Echeverría (Voz) y Sofá Alves (guitarra)

Su trabajo es reciente, habiéndose formado en el 2017. Su primer lanzamiento (y por ahora único), “Invocar”, fue grabado en vivo el 18 de noviembre de 2018 y lanzado el 23 de diciembre del mismo año. Por ende, podríamos decir que hablar de este disco es hablar de la música de Mansalva, y eso haré.

Como dije anteriormente, se podría decir que siguen la tradición de la canción popular uruguaya “experimental”, por lo cual, tienen algo que las hace sonar uruguayas. Pero esto puede significarse varias cosas teniendo en cuenta que, aunque muchos puntos de conexión, los antecesores eran diversos (como Mateo y Lazaroff). En este caso, hay de esos 2 ejemplos y más.

Por un lado, la música de Mansalva es clara y “económica” (simple no sería el término correcto). No hay una sobrecarga de arreglos ni de capas. En cada una de estas últimas, lo que hay es concreto. No hay una especie de líder ni individualismo, sino que cada pequeño objeto está al servicio de los demás y así se forma un “todo”. E incluso una vez formado ese “todo”, sigue siendo claro y concreto. De alguna forma, toda la información está puesta a la vista y uno la atrapa rápidamente.

Pero por otro lado hay un grado de abstracción bastante interesante. Las letras tienen un tono bastante oscuro, contemplativo y hasta triste. Las melodías son siempre cantadas entre una voz requebrajada y un canto bastante estridente, acompañada de coros suaves hasta en el momento de mayor dinámica. Las guitarras (adrede o no, consciente o inconscientemente) pretenden acercarse a acordes tonales pero están infectadas de microtonalismos por las afinaciones. Y en general la energía de la música lidia entre la calma y la tensión. Así se crea un ambiente bastante oscuro y desesperanzador, una especie de reflejo y visión no muy positiva de la realidad que rodea a estas artistas.

La mezcla de estos 2 lados, la claridad y “economía”, y la oscuridad y la tensión, hacen que el ambiente que se intenta generar, llegue a uno con la primera escucha y al apenas comenzar. A la vez, hace que esa simpleza se equilibre, sostenga y hasta justifique con lo difuso que genera ese otro lado, que, nuevamente, se trata de esas melodías que parecen estar sostenidas por palillos o que revientan para transformarse en otra voz, o los arpegios de guitarras que logran cuasi consonancias, siempre rozándose pero nunca encontrándose de verdad.

Es que el interés del juego entre las armonías de las guitarras y las voces no van por lo que son en lo macro, sino en lo micro. No es el contorno melódico general, sino lo que pasa entre nota y nota. Y lo mismo con las armonías de las guitarras. A la vez, en la forma y estructura de las canciones, no es la forma general lo que interesa, sino esos pasajes que conectan una sección y otra, pasajes que a veces son cortos, como un estallido, y hacen que esa linealidad por un momento se corte.

No hay que dejar atrás la percusión, que siguiendo esa línea “económica”, es siempre la base de cómo se “mueve” la canción. A veces son pequeños detalles y arreglos sobre una base cuasi estática. Otras son cambios más bruscos. Pero lo más interesante es que en vez de dejar el trabajo de definir cada sección a la parte armónica y melódica, como suele suceder en una enorme cantidad de ejemplos de música popular con descendencia occidental, aquí la percusión también logra definir cada sección por su impronta, tal vez más que los demás. Todo esto siempre llevado a través de guiños de ritmos de folclore latinoamericano, algo que muchas veces las guitarras también incorporan.



Volviendo a las armonías y melodías por las guitarras y voces, uno podría decir “está desafinado”. Bueno, eso sería una lectura incorrecta. Para empezar, “afinado” es en base a un sistema deliberado, el que sea. Segundo, siempre es en referencia al sistema temperado occidental, que para muchos es el punto de partida de lo que “es” naturalmente, y que el resto son deformaciones de ello. Tercero, ese sistema es uno de tantísimos más, y ni siquiera es el más añejo (de hecho, es de los más nuevos). Cuarto, y más importante, deliberado o no, consciente o inconscientemente, esas afinaciones son las que la banda decidió usar, y están en todo el disco.
La razón por la cual uno podría llegar a esa conclusión es porque el discurso musical no escapa de algo tradicional, o sea, son canciones, y a la vez todo apela a acercarse a algo tonal o modal, o sea, melodías y armonías más tradicionales. Esa mal denominada “desafinación” es la afinación de esta música, y es lo que hace que suene de esta manera y no de otra, y más que nada, que suene a algo peculiar y no mundano.
Porque lo que logra esto es que esa claridad que se da en la presentación de los elementos, engaña con que la misma también esté en los elementos mismos. Y ahí está la trama: saber dónde es y dónde ya no es, pero no saber bien a partir de dónde. Uno puede saber que no es tal acorde y creer que está más cercano a tal otro (o que simula ser ese), pero no se sabe exactamente dónde. Uno puede decir si la voz está requebrajada o está cantando en un sentido más tradicional, pero nunca está del todo ni en una ni en la otra, y el peso de la melodía más tradicional sigue ahí.

Algo que claramente define este disco, y por ende la banda, es cómo logra pasar varios ambientes, cómo logra presentar diferentes arreglos, incluso algunos contrastantes, y nunca alejarse ni de la idea de “economía”, y aún más, sin nunca alejarse de los materiales en su “estado puro”. De alguna manera, se logran diferentes contextos no mediante el uso de diferentes elementos, sino por la recontextualización. Es que hay algo interesante en la música en general: un objeto “es” por sí solo, pero “es”, en fin, según su contexto; A es A, pero A puede ser B si el contexto lo obliga a devenir en B.
Es que en el fondo es una música que, por más que sea canción, tiene un gran pie en algo ritualista, algo que es muy reforzado por plantear una idea y dejarla estática, en un paulatino desarrollo, o transformando el mismo objeto en otro simplemente por combinarlo con otro.

El disco empieza con “La niña”, un tema que, por un lado, tiene una clara forma A-B-A'-B', siendo A una parte más calma, mientras que B tiene una dinámica más fuerte (es interesante como la percusión a su vez adopta un ritmo diferente para cada una). Pero por otro lado, parece ser un tema que no va a ningún lugar, pues se escucha constantemente una nota pedal en La y la armonía es siempre la misma. Es como si fuera una gran forma y dentro de sí adopta otras, varias partes dentro de una sola gran parte. A diferencia de los otros 3 temas, aquí claramente la voz es estelar, mientras que los instrumentos marcan los cambios de parte pero manteniéndose en ese cuasi estatismo.

El segundo tema, “Idea”, debe ser la gema del disco. Ya desde el inicio, con el contrapunto de
arpegios de la guitarras que evidencian estas afinaciones microtonales y el platillo frotado, se nos presenta un ambiente bastante peculiar. Algo interesante es como el tempo de los arpegios va aumentando en form exponencial sin que uno lo perciba, llegando a la estabilidad cuando empieza la letra. A esta creciente la acompaña el desarrollo de la percusión que poco a poco se va formando (y cabe destacar los arreglos simples pero drásticos a lo largo del tema).
Nada como el microtonalismo de los arpegios de las guitarras finalizada la primera parte de la letra, que aumentan su velocidad y se forma un entretejido tan claro como difuso.
Es también interesante como las voces juegan por el mismo lado que las guitarras, sea adrede o por verse “infectadas” por el contexto que dibujan las últimas. Seguramente el punto álgido de la voz principal en el disco sea en la 2da sección del tema.
La consonancia “imposible” final cierra de manera tan inconclusa como fue el tema entero.

Niño calor”, por más que sea el tema más accesible y asemejado a algo de rock alternativo de los '90, contiene varios arreglos interesantes, destacándose aquellos por la guitarra eléctrica que lidera en todo el tema. Mientras que esta última y la percusión llevan adelante el tema con ritmo y bastante swing, la voz hace suyo el espacio no tomado por los demás y decanta en una melodía bastante estirada que evidencia su pulso sólo gracias al acompañamiento. Algo llamativo es el arreglo que hay en el 2do verso de las primeras 2 estrofas, que siempre va sube la dinámica y la tensión de esa calma, pero a cada palabra estelar le da su color (“sangre” por un lado, y luego “suspiro”). Es sin duda el tema más delicado y cristalino del disco.

Mujer tortuga” cierra el disco. Empieza con unos guiños de malambo llevado de la mano de una guitarra y una voz bastante calma, pero pronto empieza a crecer en algo más psicodélico (logrado por la voz acompañante). Es interesante como en el pico de intensidad, la voz parece quebrarse más de lo que en realidad está gracias a la distorsión que genera el micrófono, un efecto que da un color más personal a esa sección. “Quietita en tu lugar”, la frase final con un retorno al dúo de voz y guitarra en un estado calmo, despide el disco de la misma manera que empezó: intensa y problemática.

Hay que admitir que como disco debut, es un tremendo disco. Todas las composiciones tienen ya en la base algo interesante y particular, y a esto se le suman varios arreglos que van adornando y dándole forma para llegar a una imagen sonora más personal. Es que es un disco con una personalidad definida, y sorprende el grado de madurez que tiene el material tratándose de una banda de artistas que recién empieza.

Las voces, las guitarras, las percusiones, los arreglos en la forma y la estructura, los contrastes entre secciones y sub-secciones, todo está ya en un nivel que no sólo no tiene nada que envidiarle a una gran mayoría de materiales uruguayos que andan por la vuelta recientemente (e inclusive hace tiempo), sino que ya se arroja desde el principio en una búsqueda sumamente personal y arriesgada.

Mansalva ya en su primer disco marca un territorio muy interesante y dejan las ganas de saber en qué evolucionará esto. El potencial es enorme. Y es por que es música comprometida con la causa, con el momento en el que se vive y con lo más interesante del arte: aportar una nueva visión, sin temerle al riesgo, de manera honesta....tal vez lo que más se precisa en el mundo hoy en día.



El disco se puede escuchar en su sitio Bandcamp: https://mansalva.bandcamp.com/


Y LO MÁS IMPORTANTE:
El jueves 10 de octubre se estarán presentando en la Sala Camacuá, a las 21hs, junto a otro conjunto uruguayo, Maleza. La mejor manera de conocer y apoyar su arte, es presenciarlo en vivo













jueves, 8 de noviembre de 2018

Juan Ibarra - "Naumay"

El tiempo parece ser uno de los grandes problemas hoy en día. Bueno, tal vez siempre lo ha sido, pero quién escribe no llega a los 30 y todo lo anterior es historia (incluyendo casi la mitad de la vida propia).
La duración del día no ha variado, pero bien sabemos que el pasaje del tiempo es una interpretación, la cual varía entre persona y persona, cultura y cultura, época y época. Hoy parece ser que, en general, esa percepción concluye en que el tiempo avanza a una velocidad extremadamente rápida. Hay mucha información, más la supuesta necesidad de absorberla toda (aunque en la mayoría de los casos ese “todo” es el dictado por fuerzas externas). Cuanto más variedad, supuestamente mejor. No hay posibilidad de tomarse gran tiempo en cada cosa, menos si estas no traen consigo una rentabilidad tangible.
La música no escapa de esto. Cuanto más corto, mejor. Cuanto más simple y claro, mejor. Cuanto más digerido y explicado previo a la confrontación con la misma, mejor. Esto obviamente es tomado por la industria, que es quién decide qué se expone y qué no a las masas, y por ende, obviamente limita el abanico musical con el cual esa masa puede toparse. Esto deja afuera a un sinfín de posibilidades de expresión, y obviamente que el jazz es uno de ellos.
Cuanto más corto, mejor, pero no se va a encontrar jazz que dure de 3 mins para abajo. Cuanto más simple y claro, mejor, pero el jazz es, casi que por definición, algo complejo, a menor o mayor medida. Cuanto más digerido y explicado, mejor, pero no hay palabras ni explicaciones en el jazz (es más, por lo general los músicos de jazz las desprecian para justificar su música…y con buena razón).
Entonces la gran pregunta es: ¿cómo hacer jazz en un momento en el cual la complejidad, la larga duración y más que nada las preguntas (antes y después de la experiencia) son despreciadas por la cultura? Y más aún: ¿cómo hacer jazz en esta sociedad y en un país (siendo en este caso Uruguay) donde, en gran medida, no hay una tradición de jazz con la que la sociedad se sienta representada (además de que siempre se ha caracterizado por darle más aplausos a lo extranjero que a lo nacional, merecido o no)? Aún más aún: ¿cómo empezar casi de 0, con menos de 30 años, una escena de un lenguaje musical que intenta presentarse en un lugar donde las condiciones dan como conclusión teórica un total fracaso?
19399862_1590904404261724_1477274297864376569_nEsa pregunta hace un tiempo se la están intentando responder un grupo de jóvenes que han creado, en mi opinión, lo que es una nueva escena de jazz uruguayo, con un sonido actual y propio. Es un colectivo reducido pero muy fuerte y más que nada, perseverante.
Este colectivo está conformado por (y disculpen si me olvido de algún nombre) Gonzalo Levin y Benjamín Barreiro (saxofón), Juan Oliver y Federico Lazzarini (trompeta), Martín Ibarra, Manuel Rey, Santiago Olariaga y Jeremías Di Polito (guitarra), Maximiliano Nathan (vibráfono), Manuel Contrera, Federico Ahunchain e Ignacio Labrada (piano), Antonino Restuccia (contrabajo), Juan Ibarra y Mateo Ottonello (batería).
Todos estos músicos tocan juntos frecuentemente. Algunos hasta más de 2 veces por semana. Todos han colaborado en 1 o varios discos de ellos mismos (varios bajo el sello independiente Domus Jazz).
Musicalmente, aunque no tienen una originalidad absoluta y es fácil rastrear sus más directas influencias, tienen su propio estilo.
Si trazáramos una línea temporal, podríamos decir que lo suyo nace de la escena del post-bop de los ’60, aquella del entonces increíble colectivo de gente como Herbie Hancock, Wayne Shorter, Joe Henderson, James Spaulding, Tony Williams, Ron Carter, Freddie Hubbard, Lee Morgan y Bobby Hutcherson, y en paralelo, al estilo más de cámara de Bill Evans. Esa línea continuaría hacia el jazz fusión muy arraigado al sello ECM, que se caracteriza por una fuerte combinación de esos 2 mundos con un agregado de algo “ambiental”, para luego llegar a lo que les es más cercano, que es ese jazz post bop con una fuerte conexión con el rock alternativo de los ’90 y ’00 de gente como Brad Mehldau, Brian Blade, Joshua Redman, Kurt Rosenwinkel, Jakob Bro, etc. A todo esto se le añade un ingrediente super importante: el candombe.
¿Qué da como resultado todo esto? Una música de armonía bastante clara, melodías muy cantables, sobre una base rítmica super contrapuntística, que a veces ronda en algo con un pulso muy marcado y a veces en un pulso cuasi flotante (sin nunca perder la raíz de donde parte), con improvisación que, por más que en momentos hay estelar, nunca se separa del todo del conjunto general, el cual siempre está totalmente activo.
De alguna forma es una música de ensamble en su mayor definición: todos hacen un solo y a la vez nadie hace un solo; todo parece una gran unidad pero a la vez hay varias capas sucediendo al mismo tiempo; todo está arraigado a un tiempo, pero ese tiempo, más que un punto, es una zona. Encontramos momentos en los que el solista-acompañamiento es más prominente y evidente, pero en otros (y tal vez en su mayoría), la música es un gran ensamble, que van todos juntos hacia el mismo lado.
Todo esto se da para lo que parece ser una forma de trabajo consciente de este colectivo: la improvisación y la composición son ambas de igualmente importantes, ninguna está al servicio de la otra. Nunca vamos a encontrar una composición “fácil” que permite una improvisación más libre, ni una improvisación super restringida por las reglas compositivas. Cada tema, por lo general, tiene un alto grado de composición, tanto armónico como melódico y rítmico, intentando darle un carácter particular (siempre siguiendo la línea estética general), y la improvisación siempre intenta ser el mejor desarrollo dentro de ese contexto. Pero ambas cosas nunca deben perder de vista lo que ya he dicho y vuelvo a reiterar: el ensamble es lo más importante.
Y es esto último tal vez lo que evidencia más que nada la importancia del candombe en su música: no es sólo un lugar de donde parten para llegar a un resultado sonoro, sino que es más bien una forma de pensar la música. Es más, en muchísimos momentos de la música de este colectivo no se escuchará nada de candombe, en absoluto. Pero al escuchar toda la música de ellos, uno se puede dar cuenta que como concepto de trabajo, la unidad de varios componentes que dan como resultado 1 solo (más allá de sus múltiples planos) es algo que está siempre presente.
“Naumay”, lanzado el 3 de enero de este 2018, es el disco debut de Juan Ibarra como líder, y sería el 8° del sello Domus Jazz (todos se pueden encontrar en el sitio oficial: http://domusjazz.com/).
24837700_1894942300835825_3299817527735029546_oAquí nos encontramos con Juan Ibarra (batería), Gonzalo Levin (saxo soprano, alto y tenor), Antonino Restuccia (contrabajo), Martín Ibarra (guitarra) e Ignacio Labrada (piano) como el quinteto principal. También cuenta con Benjamín Barreiro (saxo tenor) y Federico Lazzarini (trompeta) en 2 temas.
Más allá de las similitudes que comparte el colectivo en general, este disco, como todos, tiene su propio sonido.
Para empezar, cada tema contiene una armonía “simple” y clara, dejando desarrollar cada acorde, lo cual permite un mayor trabajo en lo rítmico y melódico, tal vez en un sentido más pop, pero siempre con un gran énfasis en lo rítmico. De alguna forma, es un contexto más “popero” donde se llevan a cabo conceptos de jazz.
Las melodías son siempre claras y muy cantables. Por lo general, de notas largas, que hace que cada nota empiece como parte de la melodía pero de a poco se permeabilice entre todos los demás instrumentos y deje de ser protagonista.
Como había dicho, la composición es tan importante como la improvisación. Nos encontramos con temas que rondan entre los 8 y 10 minutos, cada uno con varias secciones, muchos arreglos. Es un disco que, a diferencia del formato de jazz clásico, en el cual se tiene un tema y se repite varias veces para darle espacio a la improvisación a cada músico, o sea, algo así como un círculo que se repite, aquí cada tema tiene su principio, desarrollo y fin.
Estas composiciones, esta música, tiene siempre un carácter muy épico, grandilocuente, algo que obviamente es el resultado, en parte, por este acercamiento tan compositivo. O sea, más que temas, son piezas.
Las influencias son claras y en momentos evidentes, aunque aún así tiene su propio carácter y nunca se podría decir “esto es un plagio”. Tal vez los principales nombres que vienen a la cabeza (en el caso de quien escribe), además de los previamente nombrados, serían Avishai Cohen, Brad Mehldau, Brian Blade, Pat Metheny y Paul Motian. Los 4 primeros son claros por la cuestión armónica y rítmica, además de que los 4 siempre ponen la composición como algo importante y siempre tienen un carácter épico. Paul Motian está sobre todo por una cuestión ambiental y del trabajo de ensamble, que es característico del sonido clásico del sello ECM, en donde éste grabó (tal vez lo más cercano a este disco de Motian fue su gran trío junto a Joe Lovano y Bill Frisell).
El candombe también es super importante como dije previamente. Pero por más que tenga de ello, no es asociable directamente a la tradición de jazz-candombe post-Fattoruso. Más bien es el jazz contemporáneo de los 90-2000 con candombe. Es porque la base rítmica y ensamble es candombe, pero no los solos (que no se adjudican a una rítmica de candombe, mucho menos a la lógica).
A su vez, los músicos tienen sus claras influencias (o más bien artistas con quiénes uno puede asociarlos), lo cual determina varias cosas de esta música.
Gonzalo Levin podría estar en algo entre Wayne Shorter y Joshua Redman: un saxo bastante puro y “limpio”, donde el material es casi que estrictamente melódico y no tímbrico.
Martín Ibarra tiene siempre algo de John Scofield, Kurt Rosenwinkel y Bill Frisell, tal vez hasta se entromete algo de Pat Metheny. Aunque su estilo puede que ronde en una tendencia que a algunos les pueda resultar bastante común hoy en día, me atrevo a decir que es tal vez de las figuras más interesantes del disco y hasta uno de los guitarristas más interesantes en la escena musical uruguaya de hoy en día.
Ignacio Labrada es, a mi consideración, mejor acompañante que solista (aunque 20690224_1419639274785429_916249636647286130_ocualquiera de las 2 las hace con gran nivel). Es un piano super rítmico y claramente influenciado por los pianistas de jazz con un lenguaje de esa índole, como Keith Jarrett y Chick Corea.
Antonino Restuccia parecería ser el más difícil de definir. Claramente tiene un enorme pie en la tradición del contrabajo de jazz, pero a la vez el candombe, lo rítmico, parece nunca despegarse, ni cuando acompaña ni cuando hace un solo, siempre con un sonido robusto y no muy punzante, muy abrasivo. Me es difícil asociarlo a alguien.
Finalmente el líder, Juan Ibarra, tiene un concepto bastante interesante: como hacer un ensamble de percusión con 2 manos y 2 pies sin llegar al punto del exhibicionismo, sin nunca dejar de pensar en la banda como unidad. Es más, en sus solos, que son siempre de enorme interés, nunca deja el rol de base rítmica. De alguna manera, sus solos y acompañamientos son siempre variaciones de una misma célula. Cuando acompaña, las variaciones son más sutiles. Al solear, son más elaboradas, pero aún así no pierde nunca de vista el punto de partida.
El disco cuenta con 8 temas, cada uno con su perfil pero siempre con un gran hilo conductor, una estética general que hace que se trate de un álbum y no de una colección de grabaciones ni la documentación de una sesión de grabación.
El disco empieza con “REM”, un inicio con una llevada medianamente lenta, pero con mucha energía que ya establece ese espíritu épico del cual hablaba. Éste puede ser un claro ejemplo de ese contexto más “popero” donde se desarrolla una idea de jazz, y es a su vez, un claro ejemplo del peso compositivo que tiene el disco.
“Angkor” puede asociarse mucho al trabajo de Avishai Cohen, debido al comportamiento del piano y la base rítmica. Es un tema energético con algunas de las secciones más interesantes de todo el disco: un potente dúo de saxo y batería sin ningún otro instrumento acompañando, un excelente pasaje solista de guitarra con una excelente línea melódica en el solo, al cual le sigue un diálogo entre esta y el saxo, acompañado de una batería que desde el solo de guitarra no para de agarrar cada vez más fuerza.
“Indigo” es, de todas, la que tiene un devenir del tiempo mucho más construido que todas las demás. Es, literalmente, una suite, con sus varias partes claramente distinguibles, con introducción, desarrollo, desenlace, pero siempre con una linealidad clásica. Se podrían ver, algo así, como 6 partes:
  • Un comienzo con un pulso bastante flotante, donde cada acorde entra no de una forma marcada, sino de a poco, como un fade-in. El comienzo es muy Coltrane, y recuerda muchísimo al comienzo de “Spiritual” del disco “Coltrane Live at the Village Vanguard”.
  • Le sigue un solo de contrabajo bastante particular, ya que parecería dar vueltas en el mismo lugar, tanto melódica como rítmicamente. Es como una larga introducción a lo que viene, pero podría lucir también como un limbo
  • En la 3era sección es donde recién se siente que empieza el tema, con un ostinato largo hecho por el piano y el contrabajo, en un compás bastante complejo pero que por su reiteración, uno lo termina asimilando sin problema. Éste le da esa sensación de “tren a toda velocidad” que caracteriza al tema, llevándolo a su punto más alto. Es muy interesante como se da el juego entre el ostinato y la melodía un poco más lenta. El ostinato es el que evidencia ese compás complejo, pero al estar todos los ataques se vuelve más digerible que la melodía, que en momentos parecería que su movimiento es impredecible.
  • Siguiente sería una sección con algo más “latino”, donde el piano se destaca por sobre todo, con un muy buen solo.
  • Al finalizar el solo, el conjunto entero pasa a una variación del ostinato puramente rítmica, donde cada instrumento destaca cierto ataque, amagando a que es una polirritmia. Esto le abre el campo a la batería a hacer un solo que está puramente basado en ese ostinato. Un excelente ejemplo de ese enfoque de Ibarra de hacer un solo sin nunca dejar en el olvido la base rítmica sobre la cual está construida la composición, o sea, como ser el solista sin serlo a la vez.
  • La conclusión del tema lleva a una zona más tranquila, sin alejarse del motivo que llevo todo lo anterior.
24831396_10213579114179517_4313822233916516287_o“Océanos” nos trae la primer balada del disco. Sin duda es la más tradicional y predecible del disco. Aún así, no pierde la frescura e interés generado previamente, además de dar una pausa luego de tanta intensidad. Sirve, en fin, como el cierre de la primer parte del disco.
“Pepper Blade” abre la 2da parte del disco con lo característico del mismo: lo épico, aunque esta vez un poco más desolador (algo muy acentuado por el slide de la guitarra, que a su vez, da algo particular, ya que es algo muy poco escuchado en jazz). Su base es muy americana, bastante de blues y folk, siempre dentro de la estética de la banda. Se podría definir como un tema con variaciones sin nunca irse de la secuencia de acordes. Aquí la base rítmica trabaja de forma más restringida, desde un punto de vista armónico y rítmico, por más que luego haya un poco más de movimiento. En fin, toman una actitud claramente más rockera. Algo interesante es como hay pasajes compuestos entre cada solo, lo cual le da una estructura que varíe un poco la clásica del género. De esos solos, destacaría el de piano (el cual debe ser el mejor del disco), que empezando muy desde abajo, lleva a la banda entera consigo y llega un gran nivel de energía. También el de saxo y batería dialogando, sobre todo en el pasaje que empieza en el minuto 7:33.
“Te abracé” es un tributo a Paul Motian (sobre todo a su trío con Frisell y Lovano), quien es una de las claras influencias de esta escena. Y como tal, nos encontramos con varios aspectos muy interesantes:
  • Un pulso flotante, el cual más que un punto, es una zona
  • Todos están haciendo un solo a la vez, pero a la vez todos están marcando cada cambio armónico. De alguna manera es un concepto muy ligado al antiguo contrapunto, donde cada línea melódica debe valerse por sí sola, pero a la vez el resultado del conjunto debe definir claramente el terreno donde se mueve.
  • Hay una melodía pero esta es como un flujo, un canon constante entre los instrumentos. Las melodías son claras pero a la vez parecería que todo fuese totalmente etéreo.
En “Nair”, es interesante porque nace del candombe, con un contexto que recuerda mucho a lo más movido de los ’60 de la escena de Hubbard, Hancock y los otros previamente nombrados, pero a la vez tiene algo muy cercano al rock alternativo, más que nada gracias a la guitarra. Aquí nos encontramos con 2 de los mejores solos de todo el disco. El de saxo es uno, que logra ser más escurridizo que nunca, yendo en momentos a algo más melódico y en otros a algo más tímbrico (sobre todo en el sobreagudo). El otro es el de batería, ya que mientras el resto de la banda sigue de manera rítmica, la batería, en la 1era parte de su solo, hace algo más libre y aún así no se pierde el beat, para luego pasar a algo que expande la polirritmia del ensamble más que ponerse adelante y mostrarse como el líder.
“Pataskala”, el último tema, cierra el disco de manera movida y bastante misteriosa. Tiene una melodía principal lenta y poco predecible que adopta un carácter diferente según el acorde. Como tema propiamente dicho, debe ser sin duda el mejor del disco, ya que cada nota y cada cambio parece ser algo inesperado y aún así muy conexo. Hay que destacar el solo de guitarra, que llega a su punto máximo en este tema y deja en claro el excelente guitarrista que es Martín Ibarra (claramente, por ende, podría considerarse lo mejor de la guitarra en todo el disco).
23632179_1732136606798896_6228805648402388292_oEste disco de Juan Ibarra, su primero como líder, es un claro ejemplo del nivel de este conjunto. Como instrumentistas, tienen su lenguaje y un gran dominio del mismo. Hay un enorme trabajo de ensamble, totalmente consciente, bajo un concepto que claramente nace de sus raíces natales, sin nunca caer en clichés. Hay un buen trabajo compositivo, que aunque no es algo que llegue a sorprender de verdad, ayuda mucho a darle a relatar la música de una manera que escapa un poco de lo tradicional del jazz.
Pero lo más importante es que el conjunto entero de estas cosas dan como resultado algo que, aunque no es 100% original, tampoco es imitación. Sí, las influencias son claras y es claro que son músicos de hoy en día (bueno…agradezcamos por eso). Pero estas son influencias y no pretenden ser replicadas. Y lo más interesante es que incluso al combinar el candombe, algo que algunos pueden considerar que ya está trillado a la hora de decir “somos de Uruguay”, no caen en lugares comunes. No tratan al candombe, ni musical ni conceptualmente, de la misma manera que se suele tratar. Incluso dentro del jazz, no tienen para nada un vínculo explícito con la herencia de los Fattoruso.
Es un jazz que suena actual y fresco. Suena de ahora y suena de Uruguay. Y lo mejor es que es por un conjunto de jóvenes que recién empiezan y tienen mucho para ofrecer aún. Como todo en Uruguay, “a puro pulmón”, pero discos como estos demuestran que la lucha vale. Ahora lo que hace falta es nuestro apoyo.

El disco se encuentra en Spotify y en: https://juanibarra.bandcamp.com

martes, 29 de diciembre de 2015

LO MEJOR DEL 2015


Otro año termina y por suerte, otro año más podemos decir que nos hemos topado con muy buenos lanzamientos por el lado de la música. Como siempre, hubo discos que por más que sean disfrutables, pueden pasar un poco desapercibidos. Sin embargo, este año tuvimos el gusto de recibir lanzamientos que son verdaderos grandes trabajos. Tal vez hubo menos cantidad de “grandes” álbumes este año en comparación con el año pasado, pero si comparamos unos con otros, puedo decir que los de este año son ampliamente mejores.

Esta reseña, la última del año, se trata de un listado de lo mejor del año. Pero de este tipo de listas hay miles y, en mi opinión, un 99% no explica bien cuál es el criterio (directamente nunca se explica). Hay varias en las que podemos confiar porque su selección en cuanto a géneros es más acotada, y si además conocemos a quién hace el listado, podemos entender aún mejor esa selección. Aún así, esa gran mayoría está basada puramente en gustos.

Este lista no deja eso de lado. TODO lo que está aquí, como siempre, es algo que recomiendo y por ende, me gusta. Sin embargo, también como siempre, intento que dentro de ese gusto, lo que elija sea algo que de verdad considero que lo merece. Discos que me gustan hay miles, pero aquí estoy hablando de “discos del año”, que es una cosa bastante mayor, o sea, cuando uno define a tal como tal. Ahí entra la parte más objetiva, la cual a su vez puede ser subjetiva, porque los puntos de valoración pueden variar entre una persona y otra. Por ende, definiré cuales fueron en mi caso (que son los mismos de siempre).

Antes que nada, por razones más que obvias, no incluí ninguno de aquellos discos en los que participé, que en este caso serian el de Matador y Los Nuevos Creyentes. No porque no crea que tengan valor (sino no participaría en ellos), sino porque consideraría muy falso elegir algo mío como lo mejor del año. Si son elegidos, mejor que sea por otros.

Mis criterios fueron, por un lado, el trabajo, o sea, el grado de elaboración que hay, dentro del género. Con esto no me refiero a complejidad. Me refiero a teniendo en cuenta el género, el trabajo que hay en lo instrumental, en lo compositivo, etc. Claro, esto se puede hacer difícil comparando géneros, pero bueno, sería más o menos dentro de una escala dentro del género, luego comparar (o algo así, no es que está hecho con un medidor). O sea, es el grado de interés que puede tener el disco por lo que presenta. Si hay una línea que une el contenido, una especie de concepto, cuán parejo es en cuanto a trabajo, etc. No es lo mismo, en mi opinión, 2 discos que presenten música dentro de un género ya muy conocido pero que uno tenga una elaboración mayor que otro. Esto dentro de mis términos. El resultado puede ser 100% correcto si es lo que ellos buscaban. Esto otro son mis criterios para elegir qué disco considero que puede marcar algo y cual otro es disfrutabe pero no es un disco que considere que hay mucho para hablar (porque lo que está dentro de él ya está hablado en miles de discos más).
Pero lo más importante, si es que esto primero, o sea, la calidad del trabajo, es muy buena, es cuán novedoso es lo que trae el disco. Repito, primero la calidad de trabajo. Puede ser algo novedoso y estar mal hecho. Pero si el resultado está bien hecho y a su vez es algo novedoso, algo original que puede marcar “un paso adelante”, pues ahí tenemos algo que a mi consideración tiene mayor valor.

Esa es mi parte objetiva. No me importa si a más gente le gustó, si es más fácil de escuchar, si a más gente “le llegó”. Eso SIEMPRE está enmarcado según el contexto, sea el grado de conocimiento que uno tenga de la músca en general o por bueno, los medios de comunicación, la difusión. Acá mi criterio “objetivo” es qué es esa obra artística dentro del mundo de la música, más allá de los gustos, más allá del grado de aceptación, más allá del nivel de ventas, más allá de todas esas cosas que no son parte de la música en sí, sino más bien de fenómenos sociales. Si fuera por gustos, el disco el año tendría que ser el más vendido. Acá nunca interesó eso. Acá se trata de música, el objeto artístico dentro de ese mundo musical. No es un blog de fenómenos sociales. Puede ser el disco menos escuchado del año, menos aceptado, cuya trascendencia a nivel social sea mínimo por su grado de aceptación, pero que musicalmente sea una verdadera obra de arte que dentro de ese mundo artístico deja su huella. ESO es lo que a mí, como escritor de este blog, me importa. Lo otro no puedo opinar. No soy sociólogo ni filósofo.

Dicho esto, presento uno por uno, con una breve descripción. Los he separado en 2 categorías: Nacional e Internacional. Me parece importante darle relevancia a lo que sucede en nuestro país. Varios de estos nacionales ya estuvieron por aquí. Otros no pero en febrero estarán.
Los discos seleccionados están presentados en orden creciente, o sea, del menos mejor al más mejor (la palabra peor no entra aquí). Claro, esto aproximado. Me es difícil, en ciertos casos, hacer diferencia. Ahí sí ya entra algo totalmente subjetivo.
Y lo importante es que no puse un tope. No tenían que ser los 10 o 20 o el número que fuera. Todos aquellos que sintiera que merecían tal nombramiento, entraron. Aún así, al final de la reseña, les presento los 5 discos del año, de todos estos, sin importar de dónde provienen.
TODOS valen la pena. TODOS merecen ser escuchados. TODOS tienen algo interesante, en diferentes grados, pero lo tienen. TODOS hicieron que este 2015 valiera la pena.



INTERNACIONAL


Jim O'Rourke - “Simple Songs”

El título lo dice: son canciones simples. Pero con simples no se refiere a escacez, sino a claridad. Estilíticamente podría ser un disco de los '70, rondando por el rock clásico. Es un disco cargado de detalles y arreglos y con un desarrollo muy coherente en donde queda claro el principio y fin del mismo. Sin embargo, todos estos detalles se pueden distinguir a 1era escucha (claro que a más se perciben más cosas, pero ya en una primera escucha nos queda claro todo). Es complejo en cuánto a cantidad, pero claro en el resultado, lo cual hace que sea interesante: como algo con tantos ladrillos termina siendo una sola estructura. Es evidente que el carácter de estos, simples (como las canciones), hace que sean más perceptibles. Pero es porque no trabajan como diferentes voces, sino como diferentes miembros de una sola cosa. No es el nuevo “Pet Sounds” o “Born to Run” (nombro a estos por tratarse de discos cargados de detalles cuyo resultado es impecable), pero si hay que hablar de un disco “fino” de rock, en estos últimos años, este tiene que ser uno.


Anders Jormin, Lena Willemark & Karin Nakagawa - “Trees of Light”

Este disco es una unión entre 3 mundos muy diferentes que funciona a la perfección. Por un lado tenemos a Anders Jormin, un contrabajista sueco proveniente del jazz que, como la gran mayoría de los jazzistas escandinavos, ha incorporado elementos de música folclórica de la zona, sumado a algo de música académica (más que nada impresionista), logrando así lo que se conoce como el jazz de cámara europeo. Lena Willemark es una cantante y violinista sueca dedicada al folclore de su país (a veces en su mayor pureza y a veces con una visión más actual). Karin Nakagawa, nacida en Japón, es una instrumentista dedicada al koto (no hay un término en español para esto como lo hay para bajista, por ejemplo) que también se dedica al folclore de su país. Aunque Willemark y Jormin son claramente muy cercanos, sus músicas son muy diferentes, ya que Jormin incorpora algún elemento de folclore sueco, pero es incuestionablemente un músico de jazz, mientras que Willemark es una folclorista pura, lejana al jazz. Entonces aquí nos encontramos con una unión entre el folclore sueco, el folclore japonés y el jazz escandinavo. Obviamente, la combinación no es homogenea en todo momento. Se podría decir que tenemos una mezcla homogenea en cuanto al abordaje instrumental, ya que cada uno toca con el lenguaje que conoce, lo cual, en fin, moldea el lenguaje final. Pero en cuanto a forma y construcción, en momentos es más jazz, en otros momentos más sueco, en otros momentos más japonés (aunque lo sueco sin duda aparece en mayor cantidad por ser 2 contra 1). En este disco se da lugar a todo, tanto a la canción con vocales como la composición instrumental. La improvisación es algo fundamental aquí (se puede decir porque es evidente que está presente), y no es algo que sorprenda ya que los 3 mundos lo tienen como uno de sus mayores pilares (en jazz ni que hablar). Es una combinación extraña que, sin embargo, resulta familiar al oído de cualquiera, sobre todo por el contenido tonal-modal y la claridad en que se desarrolla todo. Aún así, si uno es minucioso y se pone a analziar lo que sucede, en sí es algo bizarro, ya que los 3 lenguajes son sumamente lejanos: folclore sueco, folclore japonés y jazz (este último, aunque entre dentro del género de jazz europeo, por ser jazz, parte de una tradición afro-estadounidense, y no hay vuelta atrás). Es un disco muy interesante, cargado de detalles sumamente claros que gracias al reducido instrumental, son fáciles de asimilar, pero que igual precisan varias escuchas para notar las verdaderas diferencias entra cada mundo, pero sobre todo al nuestro. Una combinación instrumental y por ende tímbrica muy particular. 3 instrumentos de cuerda de diferente procedencia (sí, el contrabajo es de la misma procedencia que el violín, pero la forma en que está abordado no), trabajando en conjunto para crear una música tanto compuesta como creada en el momento. Planificación y espontaneidad en el norte en su sentido más amplio.


Neil Young + Promise of the Real - “The Monsanto Years”

Este artista siempre ha sido sinónimo del rock en su más absoluta definición y es porque su estilo, definido ya a finales de los '60, poco ha variado en el tiempo y de alguna forma siempre suena actual. Luego de los '90 (posiblemente su mejor época), lanzó varios discos buenos. Sin embargo, en su beta más rockera, nunca logró llegar a ese nivel con el que deslumbró en la década anterior. Sin embargo, en este año 2015, con un grupo de músicos jóvenes, logró recapatar la calidad y potencia de esa década de oro. Las canciones siguen el estilo del rock sucio con aires de country y folk que caracteriza su música, como siempre, pero parece haber un mayor trabajo en el desarrollo de ellas. Temas como “Big Box” logran, en mi opinión, llegar a ser de los mejores temas que ha grabado. Y creo que la incorporación de estos músicos es un ingrediente esencial. Todos los instrumentos parecen estar más trabajados, sea por arreglos o por energía. Y algo no menor es la 2da guitarra tocada por Lukas Nelson. A diferencia de Frank “Poncho” Sampedro, la mítica guitarra rítmica de Crazy Horse (la banda que siempre ha acompañado a Young), Nelson también toma el rol de solista. No es que Sampedro no hiciera bien su trabajo, pero siempre quedaba totalmente opacado por la guitarra de Young. En este caso, ambas guitarras trabajan a la par, logrando en momentos interesantes contrapuntos, algo que nunca habíamos escuchado en la música de este artista. Y lo más interesante es que cada una tiene su propio sonido: Young con el que ya todos conocemos, sucio, ruidoso y opaco, y Nelson con un sonido más cristalino, agudo y claro. No será una novedad, pero es un disco que sigue manteniendo el rock más puro vivo y con calidad....y que afirma que Neil Young sigue siendo y siempre será el verdadero rey del rock & roll.


Kamasi Washington - “The Epic”

Kamasi Washington es un saxofonista estadounidense que ha tocado con varios grandes de diferentes géneros, sea Hancock o Shorter por el lado del jazz como Snoop Dog o Flying Lotus por el lado del hip hop. Es más, este año participó en el disco de Kendrick Lamar. Es un hombre del jazz pero que puede poner pie en otros terrenos. Este año lanzó su álbum debut y como lo dice el titulo, es “épico”. Estilísticamente no es novedoso. Su música claramente parte del jazz modal de Coltrane del principios de los '60, integrando también el posterior modalismo con mezclas latinas de McCoy Tyner (quien fue pianista de Coltrane y por ende también definió esa época), algo del smooth jazz de los '70 de Grover Washington Jr. y finalmente las claras sonoridades pop y soul afrodescendientes más actuales (que es lo que hace que el disco suene a los 2010s y no a los '60). Los solos y acompañamientos de los músicos son de gran nivel (digamos que de lo más importante del jazz es el nivel de los músicos como instrumentistas). Pero lo que hace a este disco ser verdaderamente interesante es lo “épico”. Para empezar, es un disco triple y ronda cerca de las 3 horas. Luego, ninguna de las grabaciones baja de los 6 minutos; es más, solo una tiene 6 minutos y el resto van de los 8 hasta los 14 minutos. Finalmente, compositivamente es muy grandilocuente, tanto por el arsenal instrumental (que muchas veces incluye hasta un coro), como por el volumen y gestos de los instrumentos, y bueno, la mezcla con reverberación y sonido “grande” ayuda muchísimo. Es un disco “épico”. La música es muy interesante, pero es más interesante el disco como tal, por su concepto. Hay una homogeneidad a lo largo de todo el disco, tanto en calidad como concepto. Es un disco para maratón: la verdad y magia de este está cuando uno lo escucha de corrido, las 3 horas. Solo ahí uno se puede sumergir en su música. Cualquiera puede hacer un disco de 3 horas, pero no cualquiera un mundo de 3 horas.


Kendrick Lamar – “To Pimp a Butterfly”

Tal vez este año, en hip hop, no fue tan interesante como el año pasado (en cuanto a cantidad de discos que merecen ser nombrados), pero hubo 2 que atraparon. Uno de ellos fue el 3er trabajo de estudio de Kendrick Lamar, “To Pimp a Butterfly”. El disco claramente nace de la tradición del West Coast hip hop, con una base, arreglos y melodías tonales pertenecientes al pop, funk, soul, etc; en fin, podría rastrearse como hijo de 2pac y más que nada Jay-Z post-”The Blueprint”. Sin embargo, este disco logró llevar cada aspecto que hace a este género a un punto muy alto, tanto por las composiciones en sí como por los arreglos. Hay una gran carga de detalles instrumentales en cada tema que logran una gran polifonía en la cual hay que prestar atención a cada uno de esos ladrillos que la conforman. Lo interesante es que aquí, los diferentes instrumentos, en vez de trabajar como un gran bloque como suelen hacer en el estilo, tienen mayor individualidad, logrando que cada uno tenga su propio contorno. Es un disco que precisa más de una escucha para captar todo. A su vez, aunque en varios momentos los géneros están mezclados, en varios momentos nos encontramos con un despojo enorme de varios, quedándose solo con 1 o 2 y llevando más al límite las características de ellos. Eso hace que el disco, en su totalidad, contenga estas características que hacen del West Coast hip hop, pero que individualmente cada tema pueda clasificarse en diferentes géneros. Aunque no es un disco que llame la atención por su lenguaje, es un disco que sí llama la atención por la variedad, y más que nada por el trabajo que hay en cada tema a nivel de arreglos y de uso de los instrumentos. No será una novedad, pero sin duda es un gran trabajo que resume, de alguna manera, lo que ha sucedido hasta ahora en una escena muy importante del género.


Mette Henriette - “Mette Henriette”

El disco debut de esta jóven saxofonista de Noruega es sin duda de las cosas más interesantes de este año. Se trata de un disco doble, donde el primero consta de música en trío de saxo, piano y cello, mientras que en el segundo nos encontramos con un ensamble que incluye, además, contrabajo, trombón, trompeta, violín, viola, bandonéon y percusión. Es interesante porque cada formación adopta su propio enfoque, aunque compartiendo un mismo lenguaje y concepto, que por ende hace que el disco tenga homogeneidad y se presente este concepto en 2 partes, 2 posibilidades. El primer disco, en general, va hacia algo más tonal-modal bastante simple y económico, donde el atractivo son esos esquemas claros donde ciertos aspectos tímbricos que a veces pueden ser simplemente idiosincrasias del instrumento y aquí pasan a tener un rol principal. El 2do disco es más caótico y atonal en general, donde lo tímbrico es llevado a algo colectivo, algo así como una búsqueda por un timbre general y donde lo que es la base pasa a tener mayor predominancia. Claramente la composición, o sea, lo premeditado, es el pilar aquí. Hay un claro lenguaje establecido, una clara forma de interpretar y abordar la música por parte de los músicos, nos encontramos con la constante reaparición de motivos e ideas entre tema y tema (es más, se puede hasta notar a primera escucha los motivos e ideas de un disco y los del otro), incluso la improvisación, un elemento importante del disco, está premeditada, o sea, la forma en que es abordada, lo cual hace que sea una improvisación acotada, con reglas que van más allá de la idea rítmica y armónica del tema, incluyendo también algo textural, dinámico y de densidad. Por todo esto, es difícil de clasificar. De jazz creo que hay poco en realidad. Por tener varios aspectos de música clásica contemporánea y ese carácter improvisatorio, uno podría asociarlo más bien al avant-garde jazz, pero aún así, en mi opinión, tampoco entra, ya que este se trataba de un jazz con aspectos de música clásica contemporánea, en cuanto a lo melódico y armónico, pero estructuralmente seguía funcionando como jazz tradicional, o sea, se presentaba un tema y luego había improvisación por parte de los instrumentistas sobre una base. Incluso cuando no seguía esa estructura había elementos reconocibles de jazz, más que nada en la forma de tocar y acercarse al instrumento. Aquí hay improvisación, pero todo se mueve como una composición más formal a nivel estructural. Además, la improvisación muchas veces es algo grupal que aporta más bien a nivel textural y no tanto como algo individualmente identificable, o sea, como decir “y aquí están los solo”. Por ende, es una música que combina música clásica contemporánea con improvisación careciente de género. Pero como dije, es una improvisación acotada, con reglas, con ideas predeterminadas. ¿Y cuántas composiciones de la rama más académica contienen esto, la improvisación acotada por reglas? Y bueno, un enorme número en todo lo post-'50s. Mette Henriette no es una compositora académica, pero tampoco popular o de jazz. Es una compositora híbrida, con ideas claras y conscientes. Un disco debut, de alguien tan joven, con un lenguaje ya bien definido que recién es presentado, sin duda emociona y promete mucho más para el futuro, y por eso podemos nombrarlo como uno de los mejores del año.


David Torn - “Only Sky”

Este guitarrista estadounidense siempre ha sido conocido por su extraño acercamiento a la guitarra. Tiene fraseos de jazz, pero a la vez es sumamente ambiental y paisajístico. Puede tocar melodías, pero a la vez está conectado a decenas de pedales que desdibujan lo anterior. Es un guitarrista que se concentra mucho en las texturas. Siempre toca en banda, pero en esta ocasión decidió hacer un disco solista, solo él y guitarra eléctrica, y gracias a esto y su encare, nos encontramos con un disco bastante particular. Se trata de 9 temas que van desde los 3 a los 13 minutos. Cada uno es un ambiente diferente. Alguno más melódico, otro más textural. Algunos son más cercanos a algo tonal, otros son puramente sonidos que escapan de la tradición musical. Pero siempre hay una línea clara en lo que es el sonido. Son temas hechos, en su totalidad, con guitarra eléctrica, haciendo un enorme y evidente uso de pedales, lo cual permite que se esuche más de una guitarra a la vez, sea por loops o delays. La complejidad sonora, sumado a que es bastante etereo en general (salvo cuando aparece algo más melódico), hace que la escucha esté todo el tiempo atenta, pero por el tipo de música que hay, aún así se logre una escucha relajada. Es más un disco para contemplar. Son muy interesantes los sonidos obtenidos, que obviamente están enmarcados dentro de una composición y desarrollo coherente que hace que lo que se escucha no sea una simple muestra de los recursos del guitarrista. Esto es algo que suele suceder con discos de este estilo. Como tienen miles de recursos, usan todos y bueno, como es algo “ambiental”, todo vale. Pero en una gran mayoría de las veces, se pierde el interés porque estos sonidos no se presentan en un orden temporal que sea interesante. Termina siendo más bien un catálogo. Aquí hay composiciones claras, donde el desarrollo se puede seguir y se logra algo coherente dentro de la propuesta. El disco termina siendo interesante no solo por los sonidos presentados, sino por cómo se las ingenia David Torn para que estos aparezcan de una forma coherente y le den al oyente un hilo conductor que hace que esos sonidos cobren sentido. Es una verdadera aventura para escuchar, sumamente abstracta y eterea. Sin duda es un disco que precisa más de una escucha, no solo para entender lo que sucede, sino para poder lograr el estado necesario para apreciarlo. Es un disco con una propuesta bastante particular para lo que es el estilo y nos trae un acercamiento a la guitarra muy profesional en un ámbito en donde a veces “todo vale” porque total nadie entiende nada (ni siquiera los que la hacen). Si alguien podía hacer un disco de este estilo con calidad e interés, ese tenía que ser David Torn.


Tim Berne's Snakeoil - “You've been watching me”
El saxofonista estadounidense volvió con su banda Snakeoil para darnos otro de los más interesantes discos del año. Para los que conocen el trabajo de este saxofonsita que ha trabajado desde los '80 con grandes como John Zorn, Bill Frisell y David Torn, el material presentado no debería sorprender en cuanto a calidad y lenguaje, pero esto a grandes rasgos. Desde el inicio, Snakeoil, formado por él en saxo alto, Oscar Noriega en clarinete y clarinete bajo, Matt Mitchell en piano y Ches Smith en batería, agregándose Ryan Ferreira en guitarra para esta ocasión, se ha destacado por una música sumamente rítmica, donde los cambios de compás y métricas extrañas son esenciales, una armonía atonal pero bastante clara, y melodías con grandes saltos y cierta discontinuidad que no permiten ser recordables en un sentido cantabile, pero sí son claramente reconocibles en cuanto a contorno y desarrollo. A diferencia de la música de Henriette, aquí sí hay elementos de jazz, tanto por cierto encare global como por la forma de tocar. Además, aquí sí hay improvisación muy clara que funciona como lo clásico en jazz, o sea, un solista y acompañamiento. Sin embargo, y aquí lo interesante, los solos, en casi todos los momentos, están delimitados por esas reglas rítmicas y de discontinuidad melódica, que son el fuerte de esta música, porque la identidad de los temas aquí no se dan a nivel armónico o de variaciones melódicas sino a nivel rítmico y de contorno melódico. Eso hace que la improvisación sea distinguible, pero aún así genere duda cuando empieza y cuando termina, ya que hasta lo escrito (que también es claro por la manera en que trabaja la banda en esos momentos) contiene la misma identidad. De alguna forma, ese encare puede recordar a la obra maestra que es “The Way Up” de Pat Metheny. Sin embargo, este último, por tratarse de algo tonal y mucho más cantabile, es más fácil distinguir esto de lo que hablo y bueno, muchas cosas más. Lo de este disco es una música compleja y difícil de tocar pero aún así es sumamente clara y recordable. No en su totalidad, ya que por su complejidad, es necesario una escucha y análisis profundo, pero sí en cuanto a la propuesta. La propuesta queda impregnada en el oído rpidamente. Las composiciones son largas, lo cual habilita a que haya más de una parte, cada una claramente diferente, y así cambios importantes en todos los parámetros. Aún así no es como Death Grips en cuanto a cambios, ya que estos pueden hacerlos en solo 3 minutos. Aquí cada parte es desarrollada mucho más y la transición entre una y otra es más suave, lo cual hace que la música pueda resultar alocada peor no así violenta. Sin duda es una banda que propone algo diferente en el jazz y este disco es otra prueba más de ello, tal vez la mejor.


Björk - “Vulnicura”

Este disco comparte el primer lugar con el de Death Grips y no por nada. Ya hace más de una década que cada lanzamiento de esta artista es una verdadera obra de arte, tanto por la calidad como por la propuesta (siempre conceptual y siempre novedosa). Y esta vez, por suerte, no es un caso diferente. Los discos de Björk siempre están bajo un concepto compositivo y hace ya 1 década aproximadamente que de la mano del concepto compositivo va también una instrumentación específica, clave para lo primero. Es que parece que toda su idea se desarrolla a partir del instrumental elegido, con búsquedas sumamente minuciosas, intentando de verdad componer algo que sea específicamente para ellos, irreproducible en otros. En este caso, nos encontramos solo con voces, electrónica y cuerdas (siendo esto último lo llamativo y nuevo en la música presente), cada uno trabajando en forma diferente, pero por tratarse solamente de 3 “colores” diferentes, se vuelve más fácil encontrar la conexión y lograr un “todo”. La base electrónica tiene un rol rítmico en casi todo el disco, marcando siempre el pulso pero con una serie de ritmos, cambios de compás y tempo que a veces marean y desestabilizan. Las cuerdas son la parte armónica, logrando en momentos armonías muy interesantes aunque en su mayoría bastante tonales. Pero siempre hay alguna búsqueda tímbrica hasta en los momentos más ordinarios, llegando a extremos donde lo que hacen es totalmente gestual, transformando la nota en el medio y el gesto y lo tímbrico en el fin (o sea, el sentido opuesto a la música tradicional). Finalmente las voces....siempre lo más potente de los discos de Björk. Sin duda ella es de las cantantes más interesantes que ha habido en la música popular en los últimos 30 años. Siempre ha usado su voz como algo puramente sonoro y no como un medio para las palabras, y este disco es otro ejemplo. Como siempre, nos encontramos con esas melodías que saltan de registro, rompiendo el tradicional fluir melódico, y el uso de ciertos fonemas para que la palabra esté en función del sonido y no al revés. En este disco, lo particular es, por un lado, como la voz ha adoptado muchos gestos que nacen más bien de efectos de electrónica, como esos glissandos de nota a nota que a su vez tienen proporcionalmente un aumento de la dinámica, o la repetición en loop de ciertos fonemas. Esto, combinado con la homofonía entre todas las voces, hace que las melodías pierdan su identidad relacionada a la tonalidad del momento y se transforme en algo puramente gestual. Y es que de eso se trata este disco en realidad. Detrás de todo lo que puede estar relacionado a algo más tradicional, está la verdadera esencia del disco: una música ordenada en el tiempo no por notas y armonías, no por estrofas y versos, sino por una serie de timbres, gestos, dinámicas y cambios rítmicos trabajando a la par. No son canciones, son composiciones, con su principio y fin, todas trabajadas bajo el mismo concepto. Es un disco que no solo tiene sentido dentro de cada composición en particular, sino en conjunto. Si hay algún disco cuyo trabajo sea de gran calidad, muy minucioso y elaborado y que a la vez suene nuevo, actual y novedoso, sin duda este es uno de ellos, y por eso merece el 1er puesto.


Death Grips - “Jenny Death”

El otro gran disco del año, incuestionable y por alguna razón, ya no sorprendente. Death Grips, desde su aparición, ha sido de las propuestas musicales más interesantes del momento (tal vez la más interesante). Formado por MC Ride en vocales, Zach Hill en batería y programación y Andy Morin en programación, la música de la banda es una mezcla entre hip hop proveniente del atonalismo y densidad de Public Enemy, electrónica más experimental y el rave, el denominado math rock (del cual Hill formaba parte con su antiga banda Hella), hardcore y noise. Dicho todo, esto, uno ya se hace la idea que se trata de una música intensa y sumamente agresiva, cargada de cambios rítmicos complejos, una manada de sonidos que muchas veces se acercan algo sumamente abstracto y no musicalmente clásico, vocales que están entre el rapeo, lo hablado y el grito punk, y bases electrónicas densas. Es una música cargada de información, donde lo inestable es el elemento principal, haciendo que cada canción tenga constantes cambios y diferentes partes. Además, cada timbre, cada instrumento, cada voz, está trabajada de una forma que no puede ser escuchada en forma banal. Es que Death Grips ha tenido la capacidad de hacer valer el segundo. 3 minutos de Death Grips no son 3 minutos, son 180 segundos, y cada segundo puede ser un nuevo evento. El disco de este año, “Jenny Death” es otra demostración de la enorme calidad y originalidad que trae esta banda cada vez que entra al estudio. Es la 2da parte de “The Powers that B”, un álbum doble lanzado en 2 partes. La 1era fue “Niggas on the Moon”, que fue lanzada el año pasado y obviamente logró ser lo mejor del año y lo mejor de la década hasta ahora (decir de estos últimos 14 años puede ser mucho, pero me atrevería a decir que puede llegar a serlo). Mientras que “Niggas on the Moon”, musicalmente, era más cercano a la electrónica y algo más claro, “Jenny Death” sin duda es más ruidoso y sucio e incorpora elementos que lo hace más rockero, sobre todo por la participación de Nick Reinhart (guitarrista de Tera Melos) en varios temas. Ambos discos son intensos y tienen todos los aspectos anteriormente nombrados trabajados minuciosamente, pero sin duda este tiene algo más hardcore que lleva a todo al extremo sonoramente. Es mucho más agresivo y ruidoso. Los timbres son más indefinibles por estar rodeados de una capa de ruido (incluso las vocales lo tienen por la agresiva forma de cantar). Además, la 1era parte era más reducida en cuanto a sonidos, lo cual hacía que cada una pudiera trabajarse y variarse más. Si “Niggas on the Moon” tenía un gran interés por sus cambios rítmicos extremos como nunca antes y su mayor claridad, “Jenny Death” lo tiene por esa densidad sonora extrema que transforma le resultado en una capa en constante cambio. Es como que cada uno tiene un aspecto trabajado tan al límite que requiere de demasiadas escuchas para lograr descifrar esa abstracción (que tal vez es imposible). Es una música compleja y sumamente densa, pero a la vez puede resultar clara, porque por esa sobrecarga, el oído tiende a unir todo en una sola mancha, pero al poner atención en cada trazo, uno nota en esa mancha es una gran masa de información. En “Jenny Death” parece, además, haber algo más de música industrial comparado con los discos anteriores. Los aspectos de este género siempre formaron parte de la banda, pero esta vez son más prominentes. Si alguna vez se los catalogó como noise y/o industrial, ahora más que nunca. Es que lo interesante de este disco es como tanto la parte de electrónica como la de guitarra y batería adoptan sonoridades que parecen creadas por ellos, o sea, tímbricamente. Si uno logra por un momento despojar el resultado de cada instrumento de la nota, o sea, pensar solo en el timbre, uno se da cuenta que ese sonido puede que no exista y que es algo de este disco. Incluso de existir, nadie lo asociaría a un instrumento musical. Y si a eso le sumamos la inestabilidad característica de la banda (aunque este disco seguramente sea el más estable y con menos cambios por adoptar una estructura más cercana a la canción de rock), lo que se genera es un verdadero caos, pero un caos premeditado y organizado. “Jenny Death” es sin duda el mejor disco del año, que sumado al anterior lanzamiento, forma “The Powers that B”, disco de enorme calidad que ha logrado ser la mayor originalidad y novedad de los últimos años por lejos. Todo esto, sumado a todo el trabajo anterior, demuestra que Death Grips es la propuesta musical más novedosa en mucho tiempo y que con este álbum que cierra este proyecto empezado el año pasado lograron una verdadera gema en la música que merece el mayor de los reconocimientos, porque más allá de gustos, todo lo que he dicho antes es incuestionable, porque es totalmente tangible. Si hay alguna propuesta musical que pueda definir mejor que ninguna qué es la música de este año, de esta década y de este siglo por ahora, sin duda es Death Grips.





NACIONAL


Cadáver Exquisito - “750 mg”

El 3er disco de estudio de Cadáver Exquisito marcó un importante cambio en la banda. Aunque desde sus principios se les podía denominar como una banda “pesada”, en este 3er álbum encontramos canciones prácticamente despojadas de aquel blues rock pesado del estilo más Led Zeppelin, profundizando en géneros más cercanos a la rama del metal más punk. Influencias como Melvins, Black Flag, Fugazi y Shellac (o más bien el trabajo en general de Steve Albini, porque Big Black y Rapeman se pueden rastrear aquí) son las más prominentes, lo cual nos muestra una música que ronda entre el doom y sludge metal con punk, hardcore y grunge. Además de esto, han habido cambios en la banda en cuanto a forma de ensamblar. La banda suena como un sólo objeto y no como 4 que se unen. Es como si el trabajo de cada integrante estuviera conectado con el de los demás. Esto se evidencia más que nada con los cambios rítmicos o ciertos ataques. Incluso ciertos arreglos de guitarra, como riffs repetitivos, están en función de algo más de unidad y no tanto como algo solista. Sin duda es de los elementos más clave en este nuevo trabajo. Las vocales también tuvieron cambios que definieron el disco. En esta banda siempre giran en torno al grito más que al canto. Incluso cuándo es con voz limpia, la entonación es algo que se roza simplemente para emular la musicalidad. Al adoptar un sonido más punk, este tipo de voz cobra mucho más sentido porque no importa tanto la melodía sino el gesto. Son vocales mucho más cercanas a la sensación que a algo clásico-musical. Y en este disco, trayendo una música que sin duda es más agresiva, este tipo de vocales se ajustan a la perfección. “750 mg” es uno de esos discos que faltaban en el rock uruguayo, en el rock más pesado. Hacía falta un disco que de verdad pusiera este género del metal en presencia y con calidad. Pero más que nada, hacía falta de alguna banda que por más que sus influencias fueran claras, tuvieran algo para ofrecernos que nos obligue a ir a ellas si es esa música en específico lo que estamos buscando, algo que dijera “esto es de esta banda y no de otra”. Obviamente Cadáver Exquisito no es la nueva gema del rock ni nos traen algo indescriptible. Es clasificable sí, pero no por ello dejan de ser Cadáver Exquisito. No son una banda más. No tomaron los elementos y trucos de estos estilos para imitarlos y listo. Le han encontrado su propia forma, otra forma de interpretar esta mezcla.



Hablan por la Espalda - “Sangre”

Después de 5 años sin lanzar ningún material de estudio, Hablan por la Espalda volvió fuerte y preciso para traernos el tal vez más nombrado y aclamado disco de la música uruguaya de este año. Con este nuevo lanzamiento lograron consolidarse como una banda “mayor” sin perder el pie en la música independiente y la escena under, porque de ahí vienen y de ahí se sienten. Como ya es tradición, la banda no dejó pasar la oportunidad de mutar nuevamente, sin dejar atrás lo que venían trayendo desde sus inicios. Supieron pasar por el punk y hardcore, luego agregando algo más alternativo y complejo, seguido por una clara adopción de un sonido autóctono, agregando mucho del folclore afrodescendiente de nuestro país y el legado de las bandas de rock de fines de los '60 y principios de los '70, transformando su música en un verdadero ritual. Este año, con este nuevo disco, no “ahondaron” en esas influencias natales como muchos dicen, sino que, al igual que lo hecho anteriormente, lo mantuvieron como una herramienta más, pero la estética y concepto de este disco se trataría más de lo agregado. Aunque es un retorno a la canción, no es de ninguna forma en el sentido más tradicional. En su gran parte, son más bien composiciones con un desarrollo, más allá de que se pueda detectar un verso y estribillo. En este sentido, HPLE tomó un camino más progresivo. Es un progresivo en el sentido más de Led Zeppelin post- “IV”, Deep Purple, Iron Maiden: canciones rockeras musicalmente, pero con mayor desarrollo, con varias secciones que muchas veces no se repiten y se puede identificar un principio y un fin en el sentido más clásico. Es más, por los aires de más de los '60 uruguayos, hay que hablar de Totem (evidentemente), pero también de Psiglo y Opus Alfa. La prolijidad es un elemento clave, el cual se ve reflejado en varios aspectos del disco. Hay un enorme énfasis en los detalles y arreglos. Esto hizo que la banda funcione de una manera diferente a su disco anterior. Ya no suena como un bloque. Ahora cada instrumento obtiene mayor independencia, mayor consciencia de sí mismo. Sin embargo, ninguno toma un rol principal. Hubo mayor independización, pero todos a la par. Funcionan como instrumentos separados pero que van juntos por el mismo camino. Por decirlo de alguna manera, todos usas diferentes estrategias para llegar al mismo lugar. Esto permite que ningún instrumento se pierda ni quede opacado por otro. Están todos en el mismo nivel y se puede escuchar tranquilamente como un “todo” o prestar atención a uno en particular. En fin, podría tenerse diferentes escuchas de cada canción. Por otro lado, la producción. Es un disco que suena prolijo, limpio, sin llegar al punto de “lavado”. Es un disco que “suena bien” y que claramente es un elemento más de la estética general del disco. La limpieza está en los instrumentos y el estudio es otro instrumento y como tal, y por ser una banda que trabaja en conjunto, debía ir por el mismo lado. Queda en claro que este disco nos trae una nueva cara de la banda y expande el campo musical dónde venían trabajando. Pero lo más importante es que como resultado, como objeto artístico, más allá de su contexto, tiene un enorme trabajo en todos los sentidos y nos trae un rock puro pero con un arduo trabajo, en todos los sentidos. Es un disco “fino”, en el mejor sentido de la palabra y hace tiempo que no hay discos “finos” de rock en este país. Ahora sí.



Fernando Henry, Lucas Meyer, Pau O'Bianchi - “Fernando Henry, Lucas Meyer, Pau O'Bianchi"

En este año 2015 hubo 3 álbumes que a mi consideración deberían dejar (y más bien dejarán en alguna medida) una estampa importante en la música popular uruguaya. A principios de este año salió a la luz un disco en colaboración de 3 cantautores más o menos conocidos en la escena under. Pero a diferencia de lo que muchos podrían imaginarse, no se trato de simplemente una colección de canciones compuestas en conjunto en un determinado período. Se trata de un disco con un concepto muy particular. No es una historia o algo con algún hilo conductor en cuanto a letras. Tampoco es un concepto musical en cuanto a lenguaje. Es más bien un concepto que tiene sentido solo en disco. Y es porque la idea era hacer un disco de cancions cortas, cuasi efímeras, como si fuera una escucha online. Es un disco que parte de la escucha fugaz que se tiene hoy en día en internet, donde una gran mayoría escucha unos momentos de una canción y antes de que termine, ya pasa al siguiente y así sucesivamente. Son 15 canciones, algunas de 3 minutos y algunas que ni siquiera llegan al minuto. Lo divertido es que en cualquiera de los casos, los temas se desarrollan muy rápidamente, porque a veces el desarrollo que se da en 3 minutos es muy rápido para lo que presenta el tema. En muchos casos los finales son totalmente abruptos, como si de verdad se hiciera un skip en la mitad del mismo. Algunos tienen una intro y estrofa principal muy corta y el final es prolongado (en comparación a lo anterior). En todos los casos se presenta un género diferente, pudiéndonos topar con algo super nacional como algo más pop, incluso algo krautrock a lo Neu!. Y como es de imaginarse, el salto de género en género puede ser extremo. Es un disco bastante particular. De tratarse de canciones con un desarrollo normal, sería una colección de una variedad de cosas cuya conexión podría no existir. Un disco de tal variedad de géneros puestos casi que al azar nunca tendría mucho sentido, se sentiría la heterogeneidad al punto que no se le encuentra una identidad. Pero en este caso, y por eso la particularidad, el hilo conductor, el fuerte sentido que cobra el disco, no es por algo musical estrictamente, sino por como es presentado el conjunto. Claro, el manejo del tiempo es el pilar de todo el disco y bueno, digamos que es la magnitud que más le concierne a la música. Pero aquí el tiempo, en cada tema, es un delimitador más que un recurso para ordenar los materiales. El disco tiene sentido no por aspectos musicales en fin, sino por aspectos de armado de lo que le concierne al disco mismo: la duración de cada de uno de sus elementos, su duración total, la forma en que esos elementos empiezan y terminan y cómo se conectan entre ellos. Y es gracias a eso que luego la música cobra sentido, porque en algo así, la super heterogeneidad es algo que funciona, el corte abrupto es algo que funciona, la efimeridad es algo que funciona. Las canciones son buenas, algunas más, algunas menos. He escuchado decir que a algunos los temas “se les hacen cortos”, como que necesitarían mayor desarrollo. Y es ahí cuando uno se da cuenta del potencial de este disco, porque, como sucede pocas veces, la música tiene sentido dentro del formato presentado y más nada. Es un disco que tiene sentido por ser disco, no por ser música. Y gracias a esto sumamente original y muy bien hecho, es que merece estar en esta selección.



Señor Faraón - “Piel de Culebra”

Este fue otro de eso 3 lanzamientos de los que hablaba. Luego de despojarse bastante del blues, luego de dejar el inglés por el español en sus letras, luego de incorporar varias influencias de nuestra región (tanto uruguayas como de otros países), el lenguaje de Señor Faraón adoptó una cara prácticamente que nueva, una que ahora lo enmarca más en algo autóctono, pudiéndose trazar líneas que lo conecten a varios artistas nacionales, sin perder todas las características que definían su música desde un principio, que son principalmente su acercamiento a la voz y por sobre todo a la guitarra. Y en este disco vemos esas caras viejas y esta nueva unidas para lograr un disco super heterogéneo en estilo pero homogeneo en calidad. Son 10 temas, cada uno con un paisaje diferente. Algunos más cercanos entre sí, otros bastante diferentes. Claro, siempre dentro de un contexto tonal de músicas que nos van a sonar a todos cercanas. No nos vamos a encontrar con nada novedoso por el lado de estilos. En ese sentido, no nos va a llamar la atención. Lo valioso es como, por un lado, están todos esos estilo muy bien logrados, y por otro, la calidad instrumental y arreglística de Varela. Cada tema hace uso de su estilo al máximo, buscando las diferentes posibilidades para arreglos y detalles fugaces que hacen que lo que ya conocemos tenga todos los colores, porque la paleta de ellos ya es conocida y lo mejor que se puede hacer hoy en día es aprovecharla toda, en su mayor nivel. Parte de la gracia del disco es la evidenciación del multi-instrumentalismo de Varela, la cabeza detrás de este proyecto solista. Acá nos vamos a encontrar con diversas guitarras, diversas percusiones (desde tambores hasta glockenspiels), diversas voces, diversos instrumentos de cuerda (como charango o triple), y todos trabajando como si fuera una gran banda, dando siempre lugar al juego entre ellos, sea desde la polirritmia o la polifonía. La adopción del español no es menor tampoco, ya que también define la estética de las mismas y en fin, de la canción en general. Hay mucha más metáfora, un tono más poético y no tan directo como sus anteriores letras. Esto le da un toque a la música, pues es muy paisajística y con este tipo de letras, se ve reforzado gracias a esa mayor ambigüedad y abstracción. El disco adquiere un gran valor no por traernos algo novedoso a nivel general en la música. No está inventando nada nuevo. No es que nos trae un nuevo estilo o forma de componer. No hay un lenguaje personal muy grande que se vuelve bastante inclasificable. Lo que se presenta en “Piel de culebra” son estilos que ya son conocidos por todos y que además se abordan como canciones tonales, o sea, no hay tampoco una ruptura a nivel constructivo, ni armónico ni melódico. Sin embargo, tampoco podemos decir que sea un disco que no aporta a algo más grande y cuyo valor solo se pueda medir por su calidad dentro de un estilo. Para empezar porque no hay un solo estilo, sino varios, a veces lejanos. Pero por sobre todo, porque todos están hechos con un gran nivel, tanto instrumental como compositivo, y el uso de de los instrumentos está pensado, en una gran mayoría de los casos, de una forma que escapa de la tradición de cada estilo presentado. Es algo así como una sumatoria de varias cosas que venimos escuchando hace años pero llevadas a un nivel mayor, o más bien, una unión de lo máximo o cuasi máximo que se ha llegado en cada una. Es un disco cuyas canciones funcionan por sí solas, pero que en conjunto, la suma de toda esta heterogeneidad llevada a un nivel alto, le dan algo que lo separa de una gran mayoría de discos de nuestro país. Y por ese aspecto, diría que sí está aportando algo nuevo. Es un disco que nos trae aquello que todos conocemos pero que “le busca la vuelta” para que la fórmula final sea algo diferente e interesante, porque de alguna manera, no hay otro “Piel de Culebra”. Y es por eso que lo hace el mejor disco de lo que ya todos conocemos de estas zonas de los últimos años y en fin, es lo que lo hace el mejor “Piel de Culebra” que hayamos escuchado y vayamos a escuchar.



Portillo - “Portillo”

Este disco es de esos que son incuestionablemente algo poderoso, guste o no. Es poderoso porque nos encontramos con un trabajo muy minucioso, porque se puede hablar de lo compositivo y de los arreglos por lados separados, pero la línea es tan fina, que no tiene sentido. Y es porque todos esos arreglos hacen la composición y de esa manera la composición termina siendo un verdadero puzzle, lleno de detalles interesantes hechos de gran manera. Pero es aún más poderoso cuando nos damos cuenta que el resultado tiene algo que no lo podemos asociar a nada, no en el final. Se pueden rastrear influencias como Jorge Lazarrof, Luis Trochón y otros del palo de Uruguay por un lado (aunque sus guitarras también contienen aspectos de guitarristas folclóricos del continente), y por otro lado Pixies y varios del rock alternativo de los '80 y '90. Esta combinación se hace bastante atípica, más si le agregamos todo lo anterior. Pero el problema es que no solo debido a la combinación no lo podemos identificar con alguien, sino porque esa combinación está además trabajada, por un lado, con una búsqueda tímbrica diferente en cada instrumento, sea las guitarras (que son lo más interesante a nivel instrumental), las percusiones o incluso las voces (que sin duda son lo más desafiante), y por otro lado con un ordenamiento en el tiempo que es bastante particular y original. Los cambios de velocidad, las polirritmias entre los diferentes instrumentos. Es una gran carga de información. A todo esto, hay que sumarle el aspecto más interesante: los constantes cambios anímicos. Un solo tema puede tener varias secciones y estar saltando de una a otra y retornando a las mismas en tan solo segundos. Y lo llamativo (y seguramente más chocante al oyente) es que estos cambios son generalmente sumamente bruscos, lo cual se potencia porque en ellos hay también cambios de tempo y hasta de dinámica. El cambio de sección puede ser repentino, como si fuera un corte y pegue. Y como dije, se puede volver repentinamente a lo anterior. Esto, combinado con la constante búsqueda tímbrica, el juego entre lo tonal y atonal, el gran trabajo contrapuntístico entre los diferentes instrumentos, hace que el oyente se vea atacado de un flujo de información grande, lo cual necesita de una escucha muy atenta para que nada pase desapercibido. Y más que nada, genera una inestabilidad que se aleja mucho del discurso musical más tradicional, donde el pasaje del tiempo es un fluir más armonioso y conexo. Gracias a estos aspectos, la música de Portillo es super intensa. Es intensa cuando es agresiva pero también lo es hasta en lo más calmo. Y sin lugar a dudas, es oscura, y no por algún marco socio-político (como el de algunas de sus influencias). Es más una oscuridad existencial, por lo cual, la música se vuelve más personal y puede hasta generar aún más rechazo, por el nivel de identificación que uno puede tener (o no tener y querer evadir ese existencialismo que en sí rodea todos los días). No solo es un disco de gran calidad compositiva e instrumental, o sea, a un nivel en donde todo los aspectos musicales, sea lo armónico, melódico, rítmico, dinámico, tímbrico, etc, están enormemente trabajados y entran dentro de un concepto (porque la verdad es que en practicamente ningún disco nacional podemos encontrar música donde TODOS estos parámetros estén trabajados de verdad y vayan todos en la misma dirección), sino que todo esto está trabajado de una manera atípica y da un resultado no solo de enorme interés, sino original y por ende novedoso. Por más que se puedan trazar líneas, nada se asemeja a Portillo, sea por el lenguaje o por el trabajo minucioso que abarca todos los aspectos musicales. Es un disco que marca un “paso adelante”. Como toda novedad que transgrede varias de las reglas de la música tradicional, no es para nada amigable. No es fácil de escuchar. Hay muchas cosas diferentes y mucho detalle. Pero es por eso que merece este primero puesto. Y diría no solo del año, sino de muchísimos años hasta ahora. Creo que hace mucho tiempo que no se presenta un trabajo que llegue a este nivel de calidad y originalidad. La calidad es algo que no está ligado a la originalidad. Pero esa calidad crece aún más cuando se topa con este otro aspecto, porque el resultado termina siendo novedoso y porque la calidad no puede ser comparada con ninguna otra, porque sus reglas van más allá de las comunes. Por eso puedo decir que por más que la lista nacional sea acotada (porque han salido muchos discos este año), este disco ya hace que el 2015 valga muchísimo a nivel nacional. Nos encontramos con un disco que no solo es todo esto para este país, sino para la música en general. “Portillo”, el disco debut de Portillo, es el mejor álbum que ha salido en Uruguay en años, uno de los mejores a nivel global del año y una verdadera obra de arte para la música en general. El merecidísimo e incuestionable puesto 1 de nuestro país por ahora y tal vez por un tiempo.




Finalmente, el top 5 global de este año:

1) Death Grips - "Jenny Death" / Björk - "Vulnicura"
2) Portillo - "Portillo"
3) Tim Berne - "You've been watching me"
4) David Torn - "Only Sky"
5) Mette Henriette - Mette Henriette




HASTA EL AÑO QUE VIENE!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!