lunes, 23 de noviembre de 2015

Portillo - "Portillo"

Luego de un tiempo, volvemos con las escrituras. Por suerte, de acá a fin de año habrá una escritura por semana. Y serán todas escrituras importantes. Hoy empezamos con una de ellas, tal vez la más importante del año y del blog en su historia.

A veces es difícil hablar de un objeto artístico, reconocerle su valor, intentando despojarse de los gustos de uno. Es muy difícil. Pero con un poco de conocimiento y cierto grado de objetividad, se logra, sin duda. Creo que es posible decir “bien, este disco no me gusta, pero es muy claro su potencial y valor”. Lo subjetivo y lo objetivo. Pero creo que es más difícil, sobre todo porque no se habla mucho de eso, ni siquiera los críticos, no sólo encontrarle el valor sino a la vez saber en dónde entra ese valor.
Si hablamos de Totem y Días de Blues, por ejemplo, ambos (en aquella época), tenían gran valor. Ahora, es claro que no entran dentro de la misma caja. Totem era de las primeras bandas en mezclar el rock emergente de los '70 con candombe y otros lenguajes autóctonos, o sea, una nueva propuesta musical (hasta cierto punto, obviamente). Días de Blues fue un gran power trío que traía un estilo muy popular del rock a nuestro país con un gran nivel, pero si lo vemos dentro de lo que era la musica en general, como una sola cosa, en realidad era un power trío más, no había nada nuevo. Seguramente cualquier extranjero preferiría, y seguramente con razón, saltar a Cream, por decir algún ejemplo, antes que Días de Blues. El valor de Días de Blues era más por el contexto geo-temporal más que por la música en sí. El valor que tiene es mucho mayor por haber sido de Uruguay y por ende mayor para nosotros, a diferencia de Totem cuya propuesta sí era algo más original y su valor sigue trascendiendo fronteras. Como instrumentistas y por ende el resultado, seguramente el de Días de Blues era más delicado y minucioso (obviamente que dentro del estilo), eran mejores con sus instrumentos (sin desmerecer la calidad de los de Totem, ya que es una comparación). Eso a la hora de plasmar ideas obviamente es una ventaja.
En fin, por un lado, es posible valorar algo por su calidad como objeto artístico más allá de los gustos y que a su vez es posible, y hasta necesario, diferenciar qué tipo de valor tienen estos objetos.

¿Qué sería, a mi consideración, lo más difícil de todo esto, sobre todo hoy en día? Lo más obvio: lograr algo de gran calidad, con buenos arreglos y buen trabajo de los instrumentos, con una clara y rica noción de cómo funcionan estos y que a su vez el producto sea genuino, original e innovador (en cierta medida o en toda medida). Y es aún más difícil si esa originalidad no solo se da a nivel de construcción sino también a nivel del uso de los instrumentos: usar estos de manera muy buena y que a su vez lo producido sea original. Ya solo 1 cosa es difícil, ni que hablar ambas.

Hace un tiempo apareció un solista que es de los poquitísimos casos en el Uruguay actual que logra reunir estos aspectos y ese es Jorge Portillo con su proyecto solista Portillo.

Portillo compone, toca guitarra y canta. Pero el es compositor. Esto marca no solo desde dónde parten sus composiciones, sino su acercamiento a los 2 instrumentos.

No tiene una gran técnica de guitarra en el sentido clásico. Es más, si un guitarrista con mayor formación lo viera, tal vez hasta lo tacharía. Usa solo 2 dedos, pulgar e índice. A veces aparece el mayor, pero no es lo más habitual. Incluso de aparecerse, ´por lo general la mano sigue trabajando como 2 apéndices y no 3. Sin embargo, esta tal vez limitación (digo tal vez porque motrizmente lo es, porque no es una elección sino más bien una condición), lo ha llevado a adoptar una técnica bastante particular. El uso de 2 dedos lo ha llevado a hacer composiciones a 2 voces, una guiada por el pulgar y la otra por el otro dedo. Esto hace que sus guitarras, en su gran mayoría, sean sumamente contrapuntísticas. Es más, aunque en lejos de eso, podría llegar a recordar a los fraseos de las composiciones para laúd (antecesor de la guitarra) del renacimiento, en las cuales esto sucedía. Sin embargo lo más interesante es cuando esta condición técnica es usada en cosas que en sí no están pensadas para solo 2 dedos (ya que lo anterior sí es para ello). En muchos momentos hace arpegios. Un guitarrista que usara ya 1 dedo más haría estos con los 3. Sin embargo, Portillo hace un arpegio tocando 2 cuerdas con 1 solo dedo y lo que se termina generando es una sonoridad bastante particular, porque el gesto está condicionado por esa tensión innatural. Son estas particularidades que hacen que la guitarra de Portillo tenga un estilo propio. Condicionado, sí, pero consciente y por ende termina siendo una decisión y así parte de su lenguaje.
Es que las guitarras de Portillo son muy gestuales. Un contrapunto bastante enredado y tenso, sumado a esos gestos diseñados para otros mecanismo pero hechos mediante uno más rudimentario, y a todo esto se le suman detalles más personales que escapan de la forma de tocar más clásica. Hay una clara búsqueda por sonidos y efectos que en otros casos podrían ser indeseados, errores. A la vez, efectos como el bending (estirar las cuerdas) o la percusión sobre la madera, que son técnicas más tradicionales, son usadas constantemente pero de una forma más extrema, sobre todo en el bending donde la nota se pierde para darle más lugar a la fluctuación de la misma y al efecto. Portillo no es un guitarrista en fin, sino un compositor de la guitarra. Lo usa como medio, lo construye. Y eso es valorable. No agarra el instrumento y lo usa como debe usarlo, sino que él decide, con las herramientas que tiene, como quiere que suene. Compone el sonido de su instrumento.

La voz es otro instrumento particular acá. Cantar “bien” (usando esa palabra dentro la concepción más tradicional del canto) siempre funciona. El tema es que dentro de este contexto, donde la búsqueda personal está llevada a gran nivel en cada aspecto, un cantar tradicional podría quedar opacado. Aunque es verdad que Portillo no es un gran cantante (a diferencia de guitarrista, porque por más que su técnica no sea la más pulcra, llega a unos resultados muy únicos y difíciles de reproducir), se las ha ingeniado para que su voz logre jugar en el mismo terreno y de muy buena manera. Gritos, sonidos con la boca, el canto en falsete (que es su mayor logro), son algunos de los métodos por los cuales logra consolidar un canto interesante que juegue con lo que rodea, lo cual no es menor, porque en una música donde ya hay un instrumento de sumo interés, el no solo no quedar opacado sino que poder llamar la atención, es un gran logro. Claro, de todo lo que encontramos aquí, tal vez pueda ser lo que más rechine, por algo inevitable: la voz es el sonido con el que todos nos sentimos más identificados. Puede ser el tema más amigable y ordinario del planeta, con todo lo que le puede a gustar a quién sea, pero si la voz tiene algo “diferente”, ahí ya entramos un debate. Pero acá lo importante es que es otro aspecto más que suma mucho a todo el riesgo (bien hecho) que toma este disco (razón principal por la que se encuentra en esta escritura).

Pero lo más interesante de Portillo es la parte compositiva. Sí, todo lo anteriormente mencionado forma parte de ello, pero a lo que me refiero es la estructura, el orden en que suceden las cosas y cómo. Algo claro es que esa búsqueda personal está en todos los aspectos de la música, y acá se de mediante la combinación de momentos más tonales y otros totalmente atonales, el gran uso del ruido y de los efectos tímbricos como eje en muchas partes. Los cambios de velocidad, las polirritmias entre los diferentes instrumentos. Es una gran carga de información. A todo esto, hay que sumarle el aspecto más interesante: los constantes cambios anímicos. Un solo tema puede tener varias secciones y estar saltando de una a otra y retornando a las mismas en tan solo segundos. Y lo llamativo (y seguramente más chocante al oyente) es que estos cambios son generalmente sumamente bruscos, lo cual se potencia porque en ellos hay también cambios de tempo y hasta de dinámica. El cambio de sección puede ser repentino, como si fuera un corte y pegue. Y como dije, se puede volver repentinamente a lo anterior. Esto, combinado con la constante búsqueda tímbrica, el juego entre lo tonal y atonal, el gran trabajo contrapuntístico entre los diferentes instrumentos, hace que el oyente se vea atacado de un flujo de información grande, lo cual necesita de una escucha muy atenta para que nada pase desapercibido. Y más que nada, genera una inestabilidad que se aleja mucho del discurso musical más tradicional, donde el pasaje del tiempo es un fluir más armonioso y conexo. Hay excepciones, no todos los temas son así. Algunos no tienen este aspecto y se concentran más en otras cosas, pero se puede decir que es una marca de Portillo.

Es que la música de Portillo es intensa. A veces agresiva y violenta, a veces gentil y calma, pero siempre intensa.

A raíz de todo esto, hay 2 cosas que me parece que son necesarias aclarar.

Para empezar, no dudo que varios podrían decir “se repite en como hace sus temas”, en cuanto al uso de estos aspectos, sobre todo en el orden, o sea, los cortes y eso de lo que hablaba en el párrafo anterior. Al escuchar el disco, uno va a notar enseguida que la homogeneidad es muy grande. Ningún tema es parecido a otro, aunque sigan una línea estilística. Y todo lo anterior no diría que es repetitivo. Aquel que lo diga (porque lo he escuchado) va a ser porque se trata de un aspecto que escapa de lo más tradicional y por ende es más llamativo. Ahora, podríamos decir lo mismo del discurso tradicional, decir que el hecho de que todo tenga un fluir más conexo sea repetirse. Creo que este aspecto de la música de Portillo es algo para valorar y mucho. Crea su propia forma de construir los temas y lo adopta como propio. Dentro de Portillo, el fluir conexo se trata de esa inconexión. Solo mediante el reuso de las cosas se logra establecer algo, se logra una evolución, sino son simples mutaciones.

Pero lo más importante es la definición que puede llegar a adoptar la música presente en este disco. Es obvio que la primer clasificación que saltaría es “experimental”, una clasificación que personalmente desprecio. “Experimental” siempre ha sido aquello que no entra dentro de los lenguajes más clásicos y que por su trabajo más complejo, que requiere de mayor tiempo de análisis (el cual la mayoría de los críticos y oyentes no tienen....ni teniéndolo lo usarían), y no ser tan fácil y rápido de clasificar como otros estilos más conocidos (y en muchos casos más fáciles de digerir), recae en una denominación totalmente ambigua. Porque Zappa era experimental, John Zorn es experimental, Velvet Underground era experimental, Lazaroff y compañía eran experimentales, los compositores académicos de las posguerra eran experimentales, Death Grips y otros son del hip hop experimental, Miles Davis era experimental en los '70. Son todos experimentales y ninguno tiene nada que ver con el otro. Experimental es aquello que se escapa de lo tradicional y que la gran mayoría de los críticos no tienen el tiempo (y diría que ni el conocimiento ni ganas) de sentarse a hablar en serio.
Pero alguien como Portillo, que no solo tiene búsquedas muy personales, sino que ninguna de estas queda como un objeto único en el tiempo, sino que son reusadas y terminan siendo característicos de la música, no puede entrar en esta clasificación. Porque cuando sucede esto, lo que se está creando es un lenguaje muy definido. Si fuera un desfile de cosas atípicas, ahí sería diferente. Pero alguien que tiene muy bien definidas sus herramientas y sonidos, por más que estos sean atípicos, es alguien que tiene definido su lenguaje, y lo que está definido como materia se puede definir en conceptos.
Sus influencias son claras: Jorge Lazarrof, Luis Trochón y otros del palo de Uruguay por un lado (aunque sus guitarras también contienen aspectos de guitarristas folclóricos del continente), y por otro lado Pixies y varios del rock alternativo de los '80 y '90. Esta combinación se hace bastante atípica, más si le agregamos todo lo anterior. Por ende, Portillo no podrá entrar en una clasificación de etiqueta, pero tampoco diría experimental, porque Portillo se puede definir.

En el disco participan varios otros músicos, de los cuales 4 son ya “oficiales”, por estar siempre presentes en sus presentaciones en vivo. Estos, por su nivel y lenguaje propio, también definen el estilo de Portillo. Este último define la cancha y da las direcciones, pero ellos interpretan esto a su manera y aportan a la pintura general.
Por un lado tenemos las guitarras. Mientras que Manuel Rilla incorpora un estilo proveniente del post-punk, con melodías claras y cantables, cargadas de reverberación y siempre trabajando en forma contrapuntística con Jorge Portillo, creando un verdadero trabajo a 2 guitarras en el sentido más clásico, Juan Martín Lopez y Guillermo Stoll traen algo más ruidoso, efectista y gestual, que trabaja más teniendo en cuenta la superficie de la composición en general y no tanto la guitarra de Portillo específicamente. Estos 2 últimos le dan a la música mayor tensión, a diferencia de Rilla que le da un toque suave y cristalino, más armonioso.
Mauricio Ramos es un percusionista sumamente formado, que ha tocado tanto en ámbitos de música popular como en ámbitos de mayor improvisación. Pero la verdad de Ramos es que en gran parte, es un músico académico, habiendo participado en trabajos de suma complejidad. Entonces no es para nada sorprendente que sus aportes en este proyecto sean de enorme interés, pudiendo usar la percusión como acompañamiento, así como creador de sonidos y efectos, siempre ayudando a que la música contenga un trabajo polrrítmico super complejo y fino. Tal vez, por tratarse de un instrumento no melódico, sumado a que sus aportes no son los más tradicionales que digamos, no se perciba al instante el nivel de su trabajo, pero puedo asegurarles que de todos los que aportan, seguramente él sea quien tiene las armas más poderosas.

Es que estos músicos comparten actividad hace años. Portillo, Stoll y Rilla son 3 de los 5 integrantes originales de Genuflexos (quienes estuvieron en este blog por su disco “Rocky Marciano" en el 2013: http://hoboblues2013.blogspot.com/2013/07/genuflexos-rocky-marciano.html). Lopez y Ramos son los 2 integrantes de Tangente, otra interesante banda de Uruguay. Ellos han colaborado con Genuflexos y ahora son integrantes oficiales: Ramos como baterista y Lopez como 3er guitarra.

Este disco debut fue lanzado el 12 de noviembre de este año a través del sello Feel de Agua, uno de los sellos independientes de Uruguay que forma parte del colectivo Esquizodelia, dedicado a la música independiente under, y en el cual todos los discos son producidos por su cabezal, Fabrizio Rossi.

A lo largo del disco nos encontramos con todo esto previamente dicho y ningún tema pasa por alto. Creo que todos son merecedores de un gran análisis. Sin embargo, hay 2 temas que debo destacar. No sólo por el enorme trabajo instrumental y arreglístico, sino porque compositivamente son algo diferente a lo que se ha escuchado en Uruguay. Sin duda se puede conectar con antecedentes natales, sobre todo de la generación de cantautores de finales de los '70 y la década de los '80, pero esto sin duda es algo más nuevo. Son de esos temas que de verdad se alejan de muchísimas cosas y son, en fin, algo nuevo a aportarle al arte. Son “un paso adelante”.

“Quequequé” es uno de ellos. La guitarra empieza con un ritmo cercano al de una chacarera, mientras que la voz hace un gran uso de glissandos para llegar de nota a nota y romper un poco con el ritmo bien marcado de la guitarra. En el estribillo empieza lo más interesante. La base del ritmo de chacarera es 3 golpes contra 2, o sea, cada 3 de uno, hay 2 de otro. Por ende, los de 2 duran 1,5. ¿Qué sucede en el estribillo? Mientras que la guitarra de Portillo marca todo el patrón, dejando en claro los 3 (que son el punto firme), la guitarra y las maracas, hacen el 2, pero con más volumen. Lo interesante es que esto hace que la música simule cambiar de compás (digámosle ritmo para entender), pero en realidad sigue igual. Es una simulación de cambio muy interesante, ya que realza algo que tiene un papel secundario y lo vuelve principal, engañando al oyente. Mientras tanto, siempre nos encontramos con la voz un poco más suelta y flotante, siempre corrompiendo con esa estabilidad rítmica.
A la vuelta a la estrofa principal, una 3er guitarra participa con la misma idea que la voz.
La cosa se complica con lo que sigue luego del 2do estribillo, que sin duda deber ser el momento más interesante y complejo de todo el disco. No solo cambia el tipo de compás y el ritmo, sino también el pulso que este tenía. No es que se vuelve más lento, sino que el tempo de esos puntos firmes es más lento, mientras que lo que estos contienen mantienen la velocidad de lo anterior (como si dijeramos que X objeto de lo anterior es igual a X de lo siguiente, y por ende se mantiene la misma velocidad). Para entender, antes se podría contar 1-2-3 a una velocidad movida y en este caso 1-2-3-4 un poco más lento. Por otro lado, cada instrumento está haciendo un ritmo diferente, cada uno con sus propios acentos, lo cual genera una polirritmia sumamente compleja e inestable. Pero lo más interesante es que esto está tocado como si fuera un loop, y en cada repetición hay un detalle diferente. El grado de complejidad de esta sección, en la cual es muy difícil obtener toda la información al instante e invita a que se escuche una y otra vez, hace que este loop tenga mucho sentido, sobre todo porque genera un buen grado de tensión.
La sección siguiente rompe con todo esto, transformándose en una nube sonora cargada de distintos sonidos. La complejidad sonora se mantiene, pero yendo por un lado más etereo y despojada de ritmo, contrario a lo anterior. Seguido a esto, un corte abrupto hacia una sección tranquila donde vuelve a haber un pulso, pero por su lentitud, carece de perceptibilidad tan obvia.
Es sin duda un trabajo increíble el de esta composición, llena de secciones, cada una con enorme interés, con una buena conexión pero siguiendo la idea de lo abrupto. Cada detalle está llevado a un nivel muy abstracto que requiere de gran atención y juega con el virtuosismo no a nivel solista, sino grupal. Me atrevo a decir que es el tema más interesante que ha pasado por este blog (junto al otro del cual ya hablaré).

“El otro que despierta” es el otro gran tema del disco. Algo que le da este mérito es su forma. No es una canción, sino una composición, con principio, desarrollo y fin. No hay estrofa ni estribillo, sino secciones que van desarrollando el tema en el tiempo.
Empieza con una guitarra arpegiada que sigue el estilo de sus influencias uruguayas, pero lo interesante es que las guitarras, con sus efectos, y por sobe todo la voz, estirada y flotante, generan un cierto grado de ambigüedad e indefinición que puede recordar, tal vez, a un Zappa de fines de los '60 o algunas de las bandas experimentales del Canterbury Scene, más que nada Henry Cow y Art Bears. A la siguiente sección, nos encontramos con algo más rítmico, donde la percusión cobra estelaridad y el juego de pregunta-respuesta de las voces en forma hablada juega también con lo rítmico de la mano con la guitarra. Seguido a esto, empieza lo que podría denominarse un puente, donde las guitarras de Portillo y López trabajan en forma conjunta, pero de distintos lugares: Portillo manteniendo la noción más armónica y rítmica, mientras que Lopez aporta con efectos que van más por lo tímbrico. De a poco la velocidad del arpegiado, así como el cambio de acordes, se va acelerando, aumentando cada vez más la tensión. En momentos, se le suman ataques super agresivos que van dando introducción al pasaje final: un espiral atonal repetitivo, donde la guitarra de Portillo repite una y otra vez la misma sucesión de notas en subida y la guitarra de Lopez y la percusión de Ramos juegan con una serie de efectos ambientales, sumado a voces y gritos cargados de reverberación. Es este último pasaje la sección más arriesgada del disco, porque se trata de algo que no no es fácil de entender. No llega a ser algo totalmente disonante y libre, pero tampoco es algo sumamente claro y definido. Podría ser algo más bien estocástico. Lo claro es que cada sección contiene un material muy interesante y hay un claro desarrollo de algo más cercano a algo tradicional (aunque hasta ahí) y como de a poco se aleja hasta volverse algo sumamente tensionado y difícil para el oyente. La otra gema del disco

Discos salen todos los años y siempre nos encontramos con cosas que valen la pena. Sin ir más lejos, van más de 2 años de este blog y siempre ha habido material del cual hablar a nivel local. Sin embargo, este disco es un caso bastante especial.
Siendo totalmente sincero, en este blog aparecen discos que recomiendo y que obviamente me son muy atractivos, pero como digo en todos, ninguno es algo verdaderamente nuevo. Ninguno sorprende por ser innovador o traer algo que sea un paso hacia adelante. Se destacan por su trabajo y elaboración, por su interés como arte, pero no por ser algo nuevo en sí. Es más, de todo lo que he escrito, creo que el único que reúne estas características es “Partido el ganado” de Alessandro Podestá y en menor medida “Rocky Marciano” de Genuflexos. Los demás discos son de buena a gran calidad y tienen mucho valor, pero ninguno entra en esto que hablo, que para mí, si además está bien hecho, es el mayor logro.

Este disco debut de Portillo es eso de lo que hablaba al principio y en este párrafo anterior. Hay que saber donde colocar el valor de cada obra artística (cuando lo tiene). El disco de Portillo, es para mí, un enorme logro. Tiene un enorme valor musical a nivel de trabajo: un minucioso y elaborado resultado instrumental, donde cada instrumento está trabajado al máximo para sacar el mayor grado de detalle siguiendo la línea estética del proyecto, y a su vez, todos estos hacen sus propias búsquedas para llegar a una mayor originalidad y “voz propia”, algo que también va en la línea conceptual.
Pero lo más fascinante es la parte compositiva. Claro, esta depende de lo anterior, obviamente, pero hablo del lugar de partida. Cada composición tiene un nivel de elaboración sumamente complejo a nivel de ensamble, a nivel estructural, a nivel armónico, a nivel melódico, a nivel tímbrico. Es increíble como ninguno de los 11 temas pasa desapercibido, como todos tienen algo que los hace sumamente interesantes, sean todos los puntos o solo uno, como el contrapunto entre los instrumentos, o el timbre que se le busca a la voz, o los cambios de tempo y secciones. 11 temas y ninguno queda “de relleno”. Ninguno queda opacado y todos tienen algo que puede considerarse de absoluta riqueza musical no solo a nivel general (desde un punto de vista más atemporal), sino como trabajo artístico actual y local.

Es emocionante que haya un disco así, acá y hoy. Un disco que de verdad trae algo nuevo, en momentos en menor medida, en otros en mayor. Un disco más arriesgado y que aprovecha cada parámetro para explorar.
A la vez es frustrante que por todo esto, no vaya a tener su merecido reconocimiento en su presente, como siempre sucede. Y cuesta más porque generalmente estas cosas se terminan valorando con el tiempo, por la marca que dejan, porque cuando sucede en su momento dado es en gran parte por el marketing que recibe. Pero me atrevo a decir, teniendo en cuenta la historia de la música popular uruguaya (y bueno, de la música uruguaya en general) que este disco va a dejar una marca, una marca importante, de una generación actual que está dándole un verdadero nuevo giro a la música nacional.

“Portillo” de Portillo es un verdadero tesoro de nuestro país. Estará escondido para una gran mayoría, pero para eso está este blog: para destapar tesoros.






Como siempre dejo links.

Su Facebook. Si gusta el disco, se pone "me gusta": https://www.facebook.com/Portillo-167170466966583/?fref=ts

Su disco para descargar en Feel de Agua: http://feeldeagua.net/discos.php

Y su Bandcamp, donde también se puede descargar y a la vez escuchar online: https://portillo-uy.bandcamp.com/






HASTA LA PRÓXIMA SEMANA!!!