La realidad uruguaya siempre ha sido
desfavorable para el arte. Teniendo en cuenta que es un país
bastante tradicional y conservador en lo que a cultura concierne (y
bueno, si uno cree que la cultura es uno de los máximos referentes
que definen a una sociedad, tal vez podemos hasta extender esta
declaración), sumado a la comodidad y desinterés por la vida activa
desde un aspecto humano y filosófico, algo que varios declaran como
en estado creciente, uno puede imaginar que hacer arte, del que sea,
es algo no sólo difícil, sino que parece imposible....e imagina
bien.
Cuando hablo de arte no hablo sólo del
hecho práctico, sino del arte como una expresión y desarrollo del
ser, que incluye no sólo la relación afectiva-emocional, sino, a su
vez, un trabajo intelectual constante y en constante diálogo con esa
práctica. Arte como una expresión emotiva, filosófica, ideológica,
política, social, o sea, una expresión humana.
No hay que olvidarse que la sociedad a
nivel mundial no sólo desvalora cada vez más el arte (y por ende
las humanidades....y por ende la cultura), sino que, en general, para
todo, hay una actitud de consumidor pasivo: la información corre
automáticamente mientras uno está ahí, quieto, sin interactuar
realmente con esa información, y uno pesca lo que se engancha a las
antenas receptoras de uno. Y esto es algo de lo que Uruguay no
escapa.
Unos podrán decir “....pero no todo
tiene que ser nuevo”. No, claro que no. De hecho, es imposible,
pero seamos sinceros: en Uruguay poco y nada lo es y mucho menos bien
recibido. No hay interés en ello. Hacer arte, el que sea, que
proponga algo realmente diferente no despierta la curiosidad e
interés de la enorme mayoría. Basta con ver qué se premia, qué se
reseña, qué suena en las radios, qué se comparte en las redes, a
qué conciertos se atiende. Y esto, todo lo mencionado, no sólo por
parte del público. Los músicos también.
Pero falta otro gran detalle: TODO
esto, en su enorme mayoría, es arte generado por hombres. Porque el
machismo no escapa ni en el arte en este país. La mayoría de las
propuestas son por hombres, la mayoría de las reseñas, los
espacios, todo. Hay menos oportunidades para las mujeres para hacer
música que para los hombres. Y no es porque no quieran. Varias de las
personas más interesadas en la música que conozco son mujeres.
¿Pero qué motivación va a haber en hacer algo en lo cual van a
tener muy poco espacio? Y aún más, teniendo en cuenta que las
propuestas novedosas, o que intentan buscar un giro de tuerca y no
caer en la complacencia del público, son cuasi escasas, sumado a lo
anterior....¿qué motivación va a haber para una mujer hacer música
y sobre todo con esta actitud para, en fin, arrojarse a un charco sin
agua? Para peor, cuando se intenta ser compasivo, la discriminación
sigue. Basta con escuchar frases como “...y es mujer!” cuando se
trata de una propuesta bien lograda.
En este panorama bastante desencantado
y que no motiva mucho, han aparecido en los últimos tiempos algunas
artistas que se han animado a recorrer este camino, propuestas serias
y con un trabajo fino y comprometido. Y estas propuestas además, de
alguna forma, parten de algo en común: la tradición de la canción
popular uruguaya más “experimental” (uso comillas porque es un
término que desprecio, pero en este momento no se me ocurre otro y
de esta forma se va a entender), una forma que ha sido dominada por
hombres desde su inicio y que ahora en los últimos años ha sido
tomada por varias mujeres, algunas con varios de los trabajos más
interesantes en los últimos tiempos.
Una de esas propuestas, que es la que
nos concierne esta vez, es Mansalva.
El cuarteto está formado por María Eugenia (coros, guitarra), Eva Luna (coros, percusión), Mika
Echeverría (Voz) y Sofá Alves (guitarra)
Su
trabajo es reciente, habiéndose formado en el 2017. Su primer
lanzamiento (y por ahora único), “Invocar”, fue grabado en vivo
el 18 de noviembre de 2018 y lanzado el 23 de diciembre del mismo
año. Por ende, podríamos decir que hablar de este disco es hablar
de la música de Mansalva, y eso haré.
Como
dije anteriormente, se podría decir que siguen la tradición de la
canción popular uruguaya “experimental”, por lo cual, tienen
algo que las hace sonar uruguayas. Pero esto puede significarse
varias cosas teniendo en cuenta que, aunque muchos puntos de
conexión, los antecesores eran diversos (como Mateo y Lazaroff). En
este caso, hay de esos 2 ejemplos y más.
Por
un lado, la música de Mansalva es clara y “económica” (simple
no sería el término correcto). No hay una sobrecarga de arreglos ni
de capas. En cada una de estas últimas, lo que hay es concreto. No
hay una especie de líder ni individualismo, sino que cada pequeño
objeto está al servicio de los demás y así se forma un “todo”.
E incluso una vez formado ese “todo”, sigue siendo claro y
concreto. De alguna forma, toda la información está puesta a la
vista y uno la atrapa rápidamente.
Pero
por otro lado hay un grado de abstracción bastante interesante. Las
letras tienen un tono bastante oscuro, contemplativo y hasta triste.
Las melodías son siempre cantadas entre una voz requebrajada y un
canto bastante estridente, acompañada de coros suaves hasta en el
momento de mayor dinámica. Las guitarras (adrede o no, consciente o
inconscientemente) pretenden acercarse a acordes tonales pero están
infectadas de microtonalismos por las afinaciones. Y en general la
energía de la música lidia entre la calma y la tensión. Así se
crea un ambiente bastante oscuro y desesperanzador, una especie de
reflejo y visión no muy positiva de la realidad que rodea a estas
artistas.
La
mezcla de estos 2 lados, la claridad y “economía”, y la
oscuridad y la tensión, hacen que el ambiente que se intenta
generar, llegue a uno con la primera escucha y al apenas comenzar. A
la vez, hace que esa simpleza se equilibre, sostenga y hasta
justifique con lo difuso que genera ese otro lado, que, nuevamente,
se trata de esas melodías que parecen estar sostenidas por palillos
o que revientan para transformarse en otra voz, o los arpegios de
guitarras que logran cuasi consonancias, siempre rozándose pero
nunca encontrándose de verdad.
Es
que el interés del juego entre las armonías de las guitarras y las
voces no van por lo que son en lo macro, sino en lo micro. No es el
contorno melódico general, sino lo que pasa entre nota y nota. Y lo
mismo con las armonías de las guitarras. A la vez, en la forma y
estructura de las canciones, no es la forma general lo que interesa,
sino esos pasajes que conectan una sección y otra, pasajes que a
veces son cortos, como un estallido, y hacen que esa linealidad por
un momento se corte.
No
hay que dejar atrás la percusión, que siguiendo esa línea
“económica”, es siempre la base de cómo se “mueve” la
canción. A veces son pequeños detalles y arreglos sobre una base
cuasi estática. Otras son cambios más bruscos. Pero lo más
interesante es que en vez de dejar el trabajo de definir cada sección
a la parte armónica y melódica, como suele suceder en una enorme
cantidad de ejemplos de música popular con descendencia occidental,
aquí la percusión también logra definir cada sección por su
impronta, tal vez más que los demás. Todo esto siempre llevado a
través de guiños de ritmos de folclore latinoamericano, algo que
muchas veces las guitarras también incorporan.
La
razón por la cual uno podría llegar a esa conclusión es porque el
discurso musical no escapa de algo tradicional, o sea, son canciones,
y a la vez todo apela a acercarse a algo tonal o modal, o sea,
melodías y armonías más tradicionales. Esa mal denominada
“desafinación” es la afinación de esta música, y es lo que
hace que suene de esta manera y no de otra, y más que nada, que
suene a algo peculiar y no mundano.
Porque
lo que logra esto es que esa claridad que se da en la presentación
de los elementos, engaña con que la misma también esté en los
elementos mismos. Y ahí está la trama: saber dónde es y dónde ya
no es, pero no saber bien a partir de dónde. Uno puede saber que no
es tal acorde y creer que está más cercano a tal otro (o que simula
ser ese), pero no se sabe exactamente dónde. Uno puede decir si la
voz está requebrajada o está cantando en un sentido más
tradicional, pero nunca está del todo ni en una ni en la otra, y el
peso de la melodía más tradicional sigue ahí.
Algo
que claramente define este disco, y por ende la banda, es cómo logra
pasar varios ambientes, cómo logra presentar diferentes arreglos,
incluso algunos contrastantes, y nunca alejarse ni de la idea de
“economía”, y aún más, sin nunca alejarse de los materiales en
su “estado puro”. De alguna manera, se logran diferentes
contextos no mediante el uso de diferentes elementos, sino por la
recontextualización. Es que hay algo interesante en la música en
general: un objeto “es” por sí solo, pero “es”, en fin,
según su contexto; A es A, pero A puede ser B si el contexto lo
obliga a devenir en B.
Es
que en el fondo es una música que, por más que sea canción, tiene
un gran pie en algo ritualista, algo que es muy reforzado por
plantear una idea y dejarla estática, en un paulatino desarrollo, o
transformando el mismo objeto en otro simplemente por combinarlo con
otro.
El
disco empieza con “La niña”, un tema que, por un lado, tiene una
clara forma A-B-A'-B', siendo A una parte más calma, mientras que B
tiene una dinámica más fuerte (es interesante como la percusión a
su vez adopta un ritmo diferente para cada una). Pero por otro lado,
parece ser un tema que no va a ningún lugar, pues se escucha
constantemente una nota pedal en La y la armonía es siempre la
misma. Es como si fuera una gran forma y dentro de sí adopta otras,
varias partes dentro de una sola gran parte. A diferencia de los
otros 3 temas, aquí claramente la voz es estelar, mientras que los
instrumentos marcan los cambios de parte pero manteniéndose en ese
cuasi estatismo.

arpegios de la guitarras que evidencian estas afinaciones microtonales y el platillo frotado, se nos presenta un ambiente bastante peculiar. Algo interesante es como el tempo de los arpegios va aumentando en form exponencial sin que uno lo perciba, llegando a la estabilidad cuando empieza la letra. A esta creciente la acompaña el desarrollo de la percusión que poco a poco se va formando (y cabe destacar los arreglos simples pero drásticos a lo largo del tema).
Nada
como el microtonalismo de los arpegios de las guitarras finalizada la
primera parte de la letra, que aumentan su velocidad y se forma un
entretejido tan claro como difuso.
Es
también interesante como las voces juegan por el mismo lado que las
guitarras, sea adrede o por verse “infectadas” por el contexto
que dibujan las últimas. Seguramente el punto álgido de la voz
principal en el disco sea en la 2da sección del tema.
La
consonancia “imposible” final cierra de manera tan inconclusa
como fue el tema entero.
“Niño
calor”, por más que sea el tema más accesible y asemejado a algo
de rock alternativo de los '90, contiene varios arreglos
interesantes, destacándose aquellos por la guitarra eléctrica que
lidera en todo el tema. Mientras que esta última y la percusión
llevan adelante el tema con ritmo y bastante swing, la voz hace suyo
el espacio no tomado por los demás y decanta en una melodía
bastante estirada que evidencia su pulso sólo gracias al
acompañamiento. Algo llamativo es el arreglo que hay en el 2do verso
de las primeras 2 estrofas, que siempre va sube la dinámica y la
tensión de esa calma, pero a cada palabra estelar le da su color
(“sangre” por un lado, y luego “suspiro”). Es sin duda el
tema más delicado y cristalino del disco.
“Mujer
tortuga” cierra el disco. Empieza con unos guiños de malambo
llevado de la mano de una guitarra y una voz bastante calma, pero
pronto empieza a crecer en algo más psicodélico (logrado por la voz
acompañante). Es interesante como en el pico de intensidad, la voz
parece quebrarse más de lo que en realidad está gracias a la
distorsión que genera el micrófono, un efecto que da un color más
personal a esa sección. “Quietita en tu lugar”, la frase final
con un retorno al dúo de voz y guitarra en un estado calmo, despide
el disco de la misma manera que empezó: intensa y problemática.
Hay
que admitir que como disco debut, es un tremendo disco. Todas las
composiciones tienen ya en la base algo interesante y particular, y a
esto se le suman varios arreglos que van adornando y dándole forma
para llegar a una imagen sonora más personal. Es que es un disco con
una personalidad definida, y sorprende el grado de madurez que tiene
el material tratándose de una banda de artistas que recién empieza.
Las
voces, las guitarras, las percusiones, los arreglos en la forma y la
estructura, los contrastes entre secciones y sub-secciones, todo está
ya en un nivel que no sólo no tiene nada que envidiarle a una gran
mayoría de materiales uruguayos que andan por la vuelta
recientemente (e inclusive hace tiempo), sino que ya se arroja desde
el principio en una búsqueda sumamente personal y arriesgada.
Mansalva
ya en su primer disco marca un territorio muy interesante y dejan las
ganas de saber en qué evolucionará esto. El potencial es enorme. Y
es por que es música comprometida con la causa, con el momento en el
que se vive y con lo más interesante del arte: aportar una nueva
visión, sin temerle al riesgo, de manera honesta....tal vez lo que
más se precisa en el mundo hoy en día.
El disco se puede escuchar en su sitio Bandcamp: https://mansalva.bandcamp.com/
Y LO MÁS IMPORTANTE:
El jueves 10 de octubre se estarán presentando en la Sala Camacuá, a las 21hs, junto a otro conjunto uruguayo, Maleza. La mejor manera de conocer y apoyar su arte, es presenciarlo en vivo
El jueves 10 de octubre se estarán presentando en la Sala Camacuá, a las 21hs, junto a otro conjunto uruguayo, Maleza. La mejor manera de conocer y apoyar su arte, es presenciarlo en vivo