Para terminar con la línea de jazz por unas semanas, les
traigo hoy un disco de un artista de mi país, Uruguay, que me ha dejado
boquiabierto.
El guitarrista Alejandro Pacello es de aquellos que no
pueden encasillarse en un estilo. Es verdad, su base es de jazz. Eso es
incuestionable. Pero al tratarse de un músico de estos últimos años y viviendo
un ambiente donde ya han sucedido muchísimas cosas, es más fácil extender el
lenguaje hacia varios territorios. Y por suerte lo hace.
Se podría decir que la música de Pacello parte del jazz
fusión, teniendo como referentes a Allan Holdsworth, John McLaughlin, John
Abercrombie, Scott Henderson, etc. O sea, aquel jazz fusión donde el jazz
predomina más que el rock y que contiene poco y nada de funk como Weather
Report o los trabajos de Herbie Hancock.
Aquí es donde podemos notar la genialidad guitarrística,
donde utiliza un lenguaje que tira más al jazz que al rock, pero que, debido al
sonido crudo y distorsionado, lleva a este último de la mano. No es tanto el
lenguaje lo que sorprende. Es muy bueno y de verdad lo domina, pero es esa
dicotomía que hay con el timbre eléctrico cuasi garage rock que le da el
verdadero gusto.
Sin embargo, y por suerte, no se queda solamente en estos
territorios. En la música de este artista también nos encontramos con un lado
acústico y es aquí donde se vuelve más rica la cosa.
Pacello tiene un dominio de la guitarra acústica excelente,
con una técnica clásica que no tiene que envidiarle a otros grandes. Aquí nos
podemos encontrar con ambientes calmos y meditativos, así como otros con mayor
euforia y energía. A su vez, estos ambientes también están condicionados por
diversos enfoques, ya que hay momentos en los que no se deja de lado el
lenguaje de jazz más clásico, acercándose a los trabajos solista de Joe Pass,
otros en los que se puede escuchar un estilo más cercano al sello de la ECM,
teniendo a Ralph Towner como referencia, e incluso momentos en los que una
especie de folk new age logra vida a través de las cuerdas de su guitarra.
Algo interesante es que, a diferencia de una larga tradición
en Uruguay, no hay ni un asomo de candombe pero sin embargo suena uruguayo.
En muchísimos
conjuntos de jazz del Uruguay, hay un enorme uso de candombe y esto se ha
vuelto, por mi parte, cansador. Como principio, o sea, el tener un lenguaje que
pertenezca a la identidad de uno, me parece genial y super respetable. Pero el
problema es que (y esto para TODA la música), si uno no incluye candombe,
carnaval, milonga o el género de raíz nacional que sea, entonces no es
uruguayo, lo cual obviamente es una estupidez. Pero a su vez, esta gran mayoría
resuelve las cosas de la misma manera. Algunos serán más minuciosos que otros, pero
al final, todo suena parecido. No igual, pero sí muy parecido. Salen nuevos
discos y nuevos temas, pero ya los he escuchado millones de veces. Me parece
genial incorporar esas tradiciones al jazz o al género que sea, pero el método
con el que se los incluye está oxidado y no da para más.
“Luar”, lanzado en el 2012, es el 2do trabajo discográfico de Alejandro Pacello,
siendo el primero “Trio” lanzado hace ya varios años, allá por el 2000.
En el interior del disco, nos encontramos con una frase
escrita por el mismo guitarrista que dice: “Este
trabajo intenta tender un puente entre dos universos musicales: por un lado las
piezas para guitarra sola, la música escrita y la guitarra clásica, y por otro
el jazz fusión, la improvisación y la guitarra eléctrica”.
Aunque esto no es tan equitativo como suena, ya que hay una
clara predominancia de la guitarra clásica solista y aún más de la “música
escrita”, es lo que sucede en este disco.
Nos encontramos con temas en los que Pacello toca en
solitario su guitarra clásica, viajando por diferentes paisajes y estados de
ánimo, temas en los que aún hay guitarra clásica y partitura pero acompañado de
banda y temas totalmente electrificados donde la improvisación y la energía
están en el volante.
Para este disco, Pacello contó con la presencia de Martín
Cruz (batería) y Andres Pigatto (contrabajo) en “Jazz Sonatina” y “Hacia otro lugar” y con Cruz y Nacho Correa
(bajo eléctrico) en “Montevideo a media noche”.
Debido a su clima predominantemente acústico solista, es un
disco muy entrañable y meditativo. Claro, obviamente que en los temas en donde
nos topamos con la energía e improvisación no, pero son pocos los casos.
El disco abre con “El regreso de Fiticus”. Creo que si me
hubieran dado a mí para elegir el orden de los temas, habría puesto este como
el primero también. Es un tema solista de gran energía; una especia de aventura
donde algo nos acecha, con un ritmo tensor y una progresión armónica y arreglos
que poco tienen que envidiarle a piezas clásicas de la índole de Abel Carlevaro,
que sin duda es una influencia de este guitarrista. Técnicamente es destacable,
logrando una especia de doble guitarra con un bajo rítmico tocado con el pulgar
mientras los demás dedos hacen la especie de melodía. Esto puede hacer recordar
a la técnica de Bruce Cockburn. Sin embargo, estilísticamente, se encuentra en
un ambiente enérgico y progresivo que a los pocos segundos se asocia con
Egberto Gismonti. Es tal vez la joya del disco.
“Una mujer en la playa” nos lleva al lado de jazz acústico
más tradicional. Rápidamente se nos vienen a la cabeza varios nombres: Joe
Pass, Pat Metheny, John Abercrombie y Bill Connors en su faceta acústica y más
que nada Ralph Towner, entre otros. Es un tema super tranquilo, contemplativo y
bello, cargado de detalles, donde se plasma perfectamente la música escrita con
el jazz. Destaco el detalle de cambio armónico mediante un desliz en el traste
de la guitarra en lo que vendría a ser el estribillo de la canción (apareciendo
por primera vez en el segundo 24). También es muy interesante el cambio que
sucede por el minuto 3, llevándonos a un lugar más oscuro y tenebroso que
recuerda mucho a los hermosos paisajes del disco “Characters” de John
Abercrombie (una enorme gema del jazz acústico).
“Atardecer” es la más tranquila, evocando el tal vez paisaje
más bello del disco (tomando la definición más clásica de paisaje bello).
Basada en un arpegio que sufre ciertas variaciones a lo largo de la canción,
cuenta con grandes detalles sin llegar al virtuosismo que podíamos encontrar en
los temas previos. Podría denominarse como una canción folk new age de buena
calidad, recordando a las grabaciones de guitarra solista de los discos de la
discográfica Windham Hill, en especial las de William Ackerman. Aun así, y por
suerte, no llega a los niveles de ternura barata de varias de estas
grabaciones. Está en el punto preciso.
“Janaina” es la última acústica solista antes de pasar al
formato de banda. Aquí nos encontramos con otro enfoque. Nos alejamos del jazz,
folk y todo lo anterior y nos vemos en un mundo neo-romántico académico que
recuerda a aquellos compositores de guitarra clásica, como Mario
Castelnuovo-Tedesco y Alexandre Tansman, que en el siglo XX adoptaron el lenguaje
musical neoclasicista que tanto tocó el conocido Andrés Segovia (al cual le
tengo enorme repudio por haber atrasado por largo tiempo el repertorio de la
guitarra clásica por haber sido un asqueroso clasicista autoritario, ya que era
casi que el único guitarrista conocido de esa época, y no querer tocar
absolutamente ninguna pieza de compositores contemporáneos de aquel entonces
que presentaban un lenguaje más innovador. Gracias a Dios apareció Leo Brouwer
y cambió toda esa situación).
Ahora nos encontramos con “Jazz Sonatina”, una sonatina de 3
movimientos compuesta por el compositor serbio Dusan Bogdanovic para guitarra
solista y arreglada para trío por Pacello para los movimientos I y III. Por un lado puramente objetivo, la pieza (y
con esto me refiero a lo creado por Bogdanovic) no tiene gran valor. No hay
ningún planteamiento armónico que llame la atención, mucho menos la
construcción, que se basa en un modelo clásico que se viene utilizando desde
hace siglos. Técnicamente, tampoco introduce nada nuevo. A su vez, la mezcla de
música clásica con otros lenguajes como el jazz no es nada innovador.
Básicamente, es una pieza que podría saltearse o incluso faltar en el
repertorio musical. Por el lado subjetivo, es una pieza con energía a imaginación
y con varios cambios de ánimo manteniéndose siempre en un mismo paisaje. En lo
personal, me gusta. Pero acá lo interesante es el arreglo. No es nada
arriesgado en sí. No es como la adaptación de “Bourée” de Bach a banda de rock por
Jethro Tull u otras composiciones barrocas para banda de heavy metal (algo que
es tan asqueroso y terraja como las mismas guitarras que usan los que tocan esa
música. Amigos, hay cosas que funcionan y otras que no, y no sé en qué
dimensión, galaxia o universo encontraron esa combinación como respuesta a sus
ansias de tocar música...). Por tratarse de una sonatina con enorme uso de un
lenguaje de jazz, adaptarla a un trío de esa índole no parecería descabellado.
Pero fue Pacello quien lo hizo y es una idea genial y funciona perfectamente.
Vale la pena apreciar los arreglos logrados para esta pieza musical.
A esto le sigue “Hacia otro lugar”, el primer tema donde
aparece la guitarra eléctrica. Basada en el tercer movimiento de la Sonatina,
nos encontramos con un jazz fusión con gran energía y enorme destreza técnica.
Aquí podemos notar el sonido rockero de este guitarrista que, manteniendo un
lenguaje puramente jazzístico, logra ensuciar todo con alta distorsión y shredings
rapidísimos. No hay que dejar de lado los aportes del baterista Martin Cruz
quien logra mantener el ritmo sin dejar de lado los pequeños detalles.
“Montevideo a media noche” es el tema puramente eléctrico,
ya que, además de la guitarra eléctrica, nos encontramos con el bajo eléctrico
de Nacho Correa. Este debe ser el tema que está más apartado del resto del
disco, pues, por más que el tema anterior fuera con guitarra eléctrica y con un
lenguaje de jazz fusión, el resto de los instrumentos era acústico y se trataba
de una especie de variación de la sonatina. Tal vez este sea el único caso en
donde el género sea más cercano al de otros temas del repertorio uruguayo,
sobre todo por el ritmo proporcionado por la batería. Aun así, esto es leve.
Aquí podemos escuchar fuertes evidencias de Allan Holdsworth en sus trabajos
que empezaron a finales de los ’80 y los
trabajos de los últimos años de John McLaughlin. Lo interesante es que, aunque
sea puramente eléctrico, no es un tema que llegue a un nivel energético tan
grande. Nuevamente los solos de guitarra de Pacello son sorprendentes, haciendo
gritar a la guitarra con un nivel preciso de distorsión. Por mi parte, me
habría gustado que el bajista en este tema, y también en el anterior, hubieran
tenido una participación con mayor presencia. Algún solo o tal vez un momento
puramente rítmico. Aun así, destaco las participaciones por parte de Correa,
con un aire funky super rítmico que no caen en el típico tributo a Jaco
Pastorius, logrando líneas muy cantables.
“Joaquín” despide el disco como debía serlo: un tema
acústico solista. Es muy bello, gentil y super entrañable que en cierta forma
deja un sentimiento de tristeza por tratarse del final de este álbum. Sin
embargo, nos despide de una gran forma, con ambientes nocturnos y misteriosos
que desembocan en una melodía amistosa que le dibujan una sonrisa al oyente. Es
de esas canciones que uno podría escuchar para despedir la noche cuando se
encuentra en las afueras de la ciudad.
“Luar” nos presenta un abanico de estilos que toman como
punto de partida el jazz, pero que pronto sacan raíces hacia otros campos. Es
imposible catalogar de forma adecuada a este disco porque hay más de un mundo
viviendo al mismo tiempo. Ponerle la etiqueta de “jazz” es lo más fácil y
evidente, pero quiero dejar en claro que esto lo hago simplemente para dar una
idea y sin duda no merece etiqueta.
Es un disco interesante porque nos transporta a un universo
muy rico en tan solo 36 minutos. Son 36 minutos de arreglos exquisitos,
paisajes diversos muy bien pintado y de una fineza musical enorme. Es un disco
muy bien trabajo pero careciente de pretensión.
A su vez, lo destacó por tratarse de algo diferente. Tal vez
no tanto a nivel internacional, aunque podría incluirse tranquilamente en un
catálogo de la discográfica ECM, cuyo sonido se asemeja mucho al de este disco,
y no pasar desapercibido en absoluto (y mucho menos envidiarle algo a otros discos).
Pero sí a nivel nacional. Hasta ahora no había escuchado una propuesta de este
estilo en el campo del jazz uruguayo y sin duda me da mucha alegría que alguien
como este gran guitarrista se tome el riesgo de aventurarse por estos territorios
tan poco explorados en el jazz nacional.
2 párrafos atrás decía que la etiqueta de jazz no describe
todo lo logrado en este disco. Yo diría que la indicada es “música”…..y de la
buena!
Aquí les dejo el Soundcloud de este artista donde podrán escuchar algunos de sus temas y samples de otros, y dónde podrán comunicarse con él si tienen ganas de adquirir su disco, que esperemos que así sea (al menos es mi recomendación...): https://soundcloud.com/alejandro-pacello
También les dejo su MySpace: https://myspace.com/alejandropacello/music/songs
También les dejo su MySpace: https://myspace.com/alejandropacello/music/songs
HASTA LA PRÓXIMA!!!!
2 comentarios:
Apreciado Santiago:
He leído tu interesante crítica de este guitarrista que como puedes bien saber no conocía. Me parece sumamente interesante todo lo que has comentado a tenor de la crítica tan larga que has llevado a cabo del mismo.
Lo bueno del jazz es conocer nuevos e interesantes intérpretes sean del lugar que sean.
Me pongo a escuchar las muestras que has señalado para hacerme una idea mejor de la música.
Un saludo.
Hola !!
Bueno, pues para mi un absoluto desconocido, querido Werty.
Lo describes de una manera tan rica que al menos hay que darle una oportunidad, caray.
Cheers!
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