Luego de un tiempo, volvemos con las escrituras. Por suerte, de acá a fin de año habrá una escritura por semana. Y serán todas escrituras importantes. Hoy empezamos con una de ellas, tal vez la más importante del año y del blog en su historia.
A
veces es difícil hablar de un objeto artístico, reconocerle su
valor, intentando despojarse de los gustos de uno. Es muy difícil.
Pero con un poco de conocimiento y cierto grado de objetividad, se
logra, sin duda. Creo que es posible decir “bien, este disco no me
gusta, pero es muy claro su potencial y valor”. Lo subjetivo y lo
objetivo. Pero creo que es más difícil, sobre todo porque no se
habla mucho de eso, ni siquiera los críticos, no sólo encontrarle
el valor sino a la vez saber en dónde entra ese valor.
Si
hablamos de Totem y Días de Blues, por ejemplo, ambos (en aquella
época), tenían gran valor. Ahora, es claro que no entran dentro de
la misma caja. Totem era de las primeras bandas en mezclar el rock
emergente de los '70 con candombe y otros lenguajes autóctonos, o
sea, una nueva propuesta musical (hasta cierto punto, obviamente).
Días de Blues fue un gran power trío que traía un estilo muy
popular del rock a nuestro país con un gran nivel, pero si lo vemos
dentro de lo que era la musica en general, como una sola cosa, en
realidad era un power trío más, no había nada nuevo. Seguramente
cualquier extranjero preferiría, y seguramente con razón, saltar a
Cream, por decir algún ejemplo, antes que Días de Blues. El valor
de Días de Blues era más por el contexto geo-temporal más que por
la música en sí. El valor que tiene es mucho mayor por haber sido
de Uruguay y por ende mayor para nosotros, a diferencia de Totem cuya
propuesta sí era algo más original y su valor sigue trascendiendo
fronteras. Como instrumentistas y por ende el resultado, seguramente
el de Días de Blues era más delicado y minucioso (obviamente que
dentro del estilo), eran mejores con sus instrumentos (sin desmerecer
la calidad de los de Totem, ya que es una comparación). Eso a la
hora de plasmar ideas obviamente es una ventaja.
En
fin, por un lado, es posible valorar algo por su calidad como objeto
artístico más allá de los gustos y que a su vez es posible, y
hasta necesario, diferenciar qué tipo de valor tienen estos objetos.
¿Qué
sería, a mi consideración, lo más difícil de todo esto, sobre
todo hoy en día? Lo más obvio: lograr algo de gran calidad, con
buenos arreglos y buen trabajo de los instrumentos, con una clara y
rica noción de cómo funcionan estos y que a su vez el producto sea
genuino, original e innovador (en cierta medida o en toda medida). Y
es aún más difícil si esa originalidad no solo se da a nivel de
construcción sino también a nivel del uso de los instrumentos: usar
estos de manera muy buena y que a su vez lo producido sea original.
Ya solo 1 cosa es difícil, ni que hablar ambas.
Hace
un tiempo apareció un solista que es de los poquitísimos casos en
el Uruguay actual que logra reunir estos aspectos y ese es Jorge
Portillo con su proyecto solista Portillo.
Portillo
compone, toca guitarra y canta. Pero el es compositor. Esto marca no
solo desde dónde parten sus composiciones, sino su acercamiento a
los 2 instrumentos.
No
tiene una gran técnica de guitarra en el sentido clásico. Es más,
si un guitarrista con mayor formación lo viera, tal vez hasta lo
tacharía. Usa solo 2 dedos, pulgar e índice. A veces aparece el
mayor, pero no es lo más habitual. Incluso de aparecerse, ´por lo
general la mano sigue trabajando como 2 apéndices y no 3. Sin
embargo, esta tal vez limitación (digo tal vez porque motrizmente lo
es, porque no es una elección sino más bien una condición), lo ha
llevado a adoptar una técnica bastante particular. El uso de 2 dedos
lo ha llevado a hacer composiciones a 2 voces, una guiada por el
pulgar y la otra por el otro dedo. Esto hace que sus guitarras, en su
gran mayoría, sean sumamente contrapuntísticas. Es más, aunque en
lejos de eso, podría llegar a recordar a los fraseos de las
composiciones para laúd (antecesor de la guitarra) del renacimiento,
en las cuales esto sucedía. Sin embargo lo más interesante es
cuando esta condición técnica es usada en cosas que en sí no están
pensadas para solo 2 dedos (ya que lo anterior sí es para ello). En
muchos momentos hace arpegios. Un guitarrista que usara ya 1 dedo más
haría estos con los 3. Sin embargo, Portillo hace un arpegio tocando
2 cuerdas con 1 solo dedo y lo que se termina generando es una
sonoridad bastante particular, porque el gesto está condicionado por
esa tensión innatural. Son estas particularidades que hacen que la
guitarra de Portillo tenga un estilo propio. Condicionado, sí, pero
consciente y por ende termina siendo una decisión y así parte de su
lenguaje.
Es
que las guitarras de Portillo son muy gestuales. Un contrapunto
bastante enredado y tenso, sumado a esos gestos diseñados para otros
mecanismo pero hechos mediante uno más rudimentario, y a todo esto
se le suman detalles más personales que escapan de la forma de tocar
más clásica. Hay una clara búsqueda por sonidos y efectos que en
otros casos podrían ser indeseados, errores. A la vez, efectos como
el bending (estirar las cuerdas) o la percusión sobre la madera, que
son técnicas más tradicionales, son usadas constantemente pero de
una forma más extrema, sobre todo en el bending donde la nota se
pierde para darle más lugar a la fluctuación de la misma y al
efecto. Portillo no es un guitarrista en fin, sino un compositor de
la guitarra. Lo usa como medio, lo construye. Y eso es valorable. No
agarra el instrumento y lo usa como debe usarlo, sino que él decide,
con las herramientas que tiene, como quiere que suene. Compone el
sonido de su instrumento.
La
voz es otro instrumento particular acá. Cantar “bien” (usando
esa palabra dentro la concepción más tradicional del canto) siempre
funciona. El tema es que dentro de este contexto, donde la búsqueda
personal está llevada a gran nivel en cada aspecto, un cantar
tradicional podría quedar opacado. Aunque es verdad que Portillo no
es un gran cantante (a diferencia de guitarrista, porque por más que
su técnica no sea la más pulcra, llega a unos resultados muy únicos
y difíciles de reproducir), se las ha ingeniado para que su voz
logre jugar en el mismo terreno y de muy buena manera. Gritos,
sonidos con la boca, el canto en falsete (que es su mayor logro), son
algunos de los métodos por los cuales logra consolidar un canto
interesante que juegue con lo que rodea, lo cual no es menor, porque
en una música donde ya hay un instrumento de sumo interés, el no
solo no quedar opacado sino que poder llamar la atención, es un gran
logro. Claro, de todo lo que encontramos aquí, tal vez pueda ser lo
que más rechine, por algo inevitable: la voz es el sonido con el
que todos nos sentimos más identificados. Puede ser el tema más
amigable y ordinario del planeta, con todo lo que le puede a gustar a
quién sea, pero si la voz tiene algo “diferente”, ahí ya
entramos un debate. Pero acá lo importante es que es otro aspecto
más que suma mucho a todo el riesgo (bien hecho) que toma este disco
(razón principal por la que se encuentra en esta escritura).
Pero
lo más interesante de Portillo es la parte compositiva. Sí, todo lo
anteriormente mencionado forma parte de ello, pero a lo que me
refiero es la estructura, el orden en que suceden las cosas y cómo.
Algo claro es que esa búsqueda personal está en todos los aspectos
de la música, y acá se de mediante la combinación de momentos más
tonales y otros totalmente atonales, el gran uso del ruido y de los
efectos tímbricos como eje en muchas partes. Los cambios de
velocidad, las polirritmias entre los diferentes instrumentos. Es una
gran carga de información. A todo esto, hay que sumarle el aspecto
más interesante: los constantes cambios anímicos. Un solo tema puede
tener varias secciones y estar saltando de una a otra y retornando a
las mismas en tan solo segundos. Y lo llamativo (y seguramente más
chocante al oyente) es que estos cambios son generalmente sumamente
bruscos, lo cual se potencia porque en ellos hay también cambios de
tempo y hasta de dinámica. El cambio de sección puede ser
repentino, como si fuera un corte y pegue. Y como dije, se puede
volver repentinamente a lo anterior. Esto, combinado con la constante
búsqueda tímbrica, el juego entre lo tonal y atonal, el gran
trabajo contrapuntístico entre los diferentes instrumentos, hace que
el oyente se vea atacado de un flujo de información grande, lo cual
necesita de una escucha muy atenta para que nada pase desapercibido.
Y más que nada, genera una inestabilidad que se aleja mucho del
discurso musical más tradicional, donde el pasaje del tiempo es un
fluir más armonioso y conexo. Hay excepciones, no todos los temas
son así. Algunos no tienen este aspecto y se concentran más en
otras cosas, pero se puede decir que es una marca de Portillo.
Es
que la música de Portillo es intensa. A veces agresiva y violenta, a
veces gentil y calma, pero siempre intensa.
A
raíz de todo esto, hay 2 cosas que me parece que son necesarias
aclarar.
Para
empezar, no dudo que varios podrían decir “se repite en como hace
sus temas”, en cuanto al uso de estos aspectos, sobre todo en el
orden, o sea, los cortes y eso de lo que hablaba en el párrafo
anterior. Al escuchar el disco, uno va a notar enseguida que la
homogeneidad es muy grande. Ningún tema es parecido a otro, aunque
sigan una línea estilística. Y todo lo anterior no diría que es
repetitivo. Aquel que lo diga (porque lo he escuchado) va a ser
porque se trata de un aspecto que escapa de lo más tradicional y por
ende es más llamativo. Ahora, podríamos decir lo mismo del discurso
tradicional, decir que el hecho de que todo tenga un fluir más
conexo sea repetirse. Creo que este aspecto de la música de Portillo
es algo para valorar y mucho. Crea su propia forma de construir los
temas y lo adopta como propio. Dentro de Portillo, el fluir conexo se
trata de esa inconexión. Solo mediante el reuso de las cosas se
logra establecer algo, se logra una evolución, sino son simples
mutaciones.
Pero
lo más importante es la definición que puede llegar a adoptar la
música presente en este disco. Es obvio que la primer clasificación
que saltaría es “experimental”, una clasificación que
personalmente desprecio. “Experimental” siempre ha sido aquello
que no entra dentro de los lenguajes más clásicos y que por su
trabajo más complejo, que requiere de mayor tiempo de análisis (el
cual la mayoría de los críticos y oyentes no tienen....ni
teniéndolo lo usarían), y no ser tan fácil y rápido de clasificar
como otros estilos más conocidos (y en muchos casos más fáciles de
digerir), recae en una denominación totalmente ambigua. Porque Zappa
era experimental, John Zorn es experimental, Velvet Underground era
experimental, Lazaroff y compañía eran experimentales, los
compositores académicos de las posguerra eran experimentales, Death
Grips y otros son del hip hop experimental, Miles Davis era
experimental en los '70. Son todos experimentales y ninguno tiene
nada que ver con el otro. Experimental es aquello que se escapa de lo
tradicional y que la gran mayoría de los críticos no tienen el
tiempo (y diría que ni el conocimiento ni ganas) de sentarse a
hablar en serio.
Pero
alguien como Portillo, que no solo tiene búsquedas muy personales,
sino que ninguna de estas queda como un objeto único en el tiempo,
sino que son reusadas y terminan siendo característicos de la
música, no puede entrar en esta clasificación. Porque cuando sucede
esto, lo que se está creando es un lenguaje muy definido. Si fuera
un desfile de cosas atípicas, ahí sería diferente. Pero alguien
que tiene muy bien definidas sus herramientas y sonidos, por más que
estos sean atípicos, es alguien que tiene definido su lenguaje, y lo
que está definido como materia se puede definir en conceptos.
Sus
influencias son claras: Jorge Lazarrof, Luis Trochón y otros del
palo de Uruguay por un lado (aunque sus guitarras también contienen
aspectos de guitarristas folclóricos del continente), y por otro
lado Pixies y varios del rock alternativo de los '80 y '90. Esta
combinación se hace bastante atípica, más si le agregamos todo lo
anterior. Por ende, Portillo no podrá entrar en una clasificación
de etiqueta, pero tampoco diría experimental, porque Portillo se
puede definir.
En
el disco participan varios otros músicos, de los cuales 4 son ya
“oficiales”, por estar siempre presentes en sus presentaciones en
vivo. Estos, por su nivel y lenguaje propio, también definen el
estilo de Portillo. Este último define la cancha y da las
direcciones, pero ellos interpretan esto a su manera y aportan a la
pintura general.
Por
un lado tenemos las guitarras. Mientras que Manuel Rilla incorpora un
estilo proveniente del post-punk, con melodías claras y cantables,
cargadas de reverberación y siempre trabajando en forma
contrapuntística con Jorge Portillo, creando un verdadero trabajo a
2 guitarras en el sentido más clásico, Juan Martín Lopez y
Guillermo Stoll traen algo más ruidoso, efectista y gestual, que
trabaja más teniendo en cuenta la superficie de la composición en
general y no tanto la guitarra de Portillo específicamente. Estos 2
últimos le dan a la música mayor tensión, a diferencia de Rilla
que le da un toque suave y cristalino, más armonioso.
Mauricio
Ramos es un percusionista sumamente formado, que ha tocado tanto en
ámbitos de música popular como en ámbitos de mayor improvisación.
Pero la verdad de Ramos es que en gran parte, es un músico
académico, habiendo participado en trabajos de suma complejidad.
Entonces no es para nada sorprendente que sus aportes en este
proyecto sean de enorme interés, pudiendo usar la percusión como
acompañamiento, así como creador de sonidos y efectos, siempre
ayudando a que la música contenga un trabajo polrrítmico super
complejo y fino. Tal vez, por tratarse de un instrumento no melódico,
sumado a que sus aportes no son los más tradicionales que digamos,
no se perciba al instante el nivel de su trabajo, pero puedo
asegurarles que de todos los que aportan, seguramente él sea quien
tiene las armas más poderosas.
Es
que estos músicos comparten actividad hace años. Portillo, Stoll y
Rilla son 3 de los 5 integrantes originales de Genuflexos (quienes
estuvieron en este blog por su disco “Rocky Marciano" en el 2013: http://hoboblues2013.blogspot.com/2013/07/genuflexos-rocky-marciano.html).
Lopez y Ramos son los 2 integrantes de Tangente, otra interesante
banda de Uruguay. Ellos han colaborado con Genuflexos y ahora son
integrantes oficiales: Ramos como baterista y Lopez como 3er
guitarra.
Este
disco debut fue lanzado el 12 de noviembre de este año a través del
sello Feel de Agua, uno de los sellos independientes de Uruguay que
forma parte del colectivo Esquizodelia, dedicado a la música
independiente under, y en el cual todos los discos son producidos por
su cabezal, Fabrizio Rossi.
A
lo largo del disco nos encontramos con todo esto previamente dicho y
ningún tema pasa por alto. Creo que todos son merecedores de un gran
análisis. Sin embargo, hay 2 temas que debo destacar. No sólo por
el enorme trabajo instrumental y arreglístico, sino porque
compositivamente son algo diferente a lo que se ha escuchado en
Uruguay. Sin duda se puede conectar con antecedentes natales, sobre
todo de la generación de cantautores de finales de los '70 y la
década de los '80, pero esto sin duda es algo más nuevo. Son de
esos temas que de verdad se alejan de muchísimas cosas y son, en
fin, algo nuevo a aportarle al arte. Son “un paso adelante”.
“Quequequé”
es uno de ellos. La guitarra empieza con un ritmo cercano al de una
chacarera, mientras que la voz hace un gran uso de glissandos para
llegar de nota a nota y romper un poco con el ritmo bien marcado de
la guitarra. En el estribillo empieza lo más interesante. La base
del ritmo de chacarera es 3 golpes contra 2, o sea, cada 3 de uno,
hay 2 de otro. Por ende, los de 2 duran 1,5. ¿Qué sucede en el
estribillo? Mientras que la guitarra de Portillo marca todo el
patrón, dejando en claro los 3 (que son el punto firme), la guitarra
y las maracas, hacen el 2, pero con más volumen. Lo interesante es
que esto hace que la música simule cambiar de compás (digámosle
ritmo para entender), pero en realidad sigue igual. Es una simulación
de cambio muy interesante, ya que realza algo que tiene un papel
secundario y lo vuelve principal, engañando al oyente. Mientras
tanto, siempre nos encontramos con la voz un poco más suelta y
flotante, siempre corrompiendo con esa estabilidad rítmica.
A
la vuelta a la estrofa principal, una 3er guitarra participa con la
misma idea que la voz.
La
cosa se complica con lo que sigue luego del 2do estribillo, que sin
duda deber ser el momento más interesante y complejo de todo el
disco. No solo cambia el tipo de compás y el ritmo, sino también el
pulso que este tenía. No es que se vuelve más lento, sino que el
tempo de esos puntos firmes es más lento, mientras que lo que estos
contienen mantienen la velocidad de lo anterior (como si dijeramos
que X objeto de lo anterior es igual a X de lo siguiente, y por ende
se mantiene la misma velocidad). Para entender, antes se podría
contar 1-2-3 a una velocidad movida y en este caso 1-2-3-4 un poco
más lento. Por otro lado, cada instrumento está haciendo un ritmo
diferente, cada uno con sus propios acentos, lo cual genera una
polirritmia sumamente compleja e inestable. Pero lo más interesante
es que esto está tocado como si fuera un loop, y en cada repetición
hay un detalle diferente. El grado de complejidad de esta sección,
en la cual es muy difícil obtener toda la información al instante e
invita a que se escuche una y otra vez, hace que este loop tenga
mucho sentido, sobre todo porque genera un buen grado de tensión.
La
sección siguiente rompe con todo esto, transformándose en una nube
sonora cargada de distintos sonidos. La complejidad sonora se
mantiene, pero yendo por un lado más etereo y despojada de ritmo,
contrario a lo anterior. Seguido a esto, un corte abrupto hacia una
sección tranquila donde vuelve a haber un pulso, pero por su
lentitud, carece de perceptibilidad tan obvia.
Es
sin duda un trabajo increíble el de esta composición, llena de
secciones, cada una con enorme interés, con una buena conexión pero
siguiendo la idea de lo abrupto. Cada detalle está llevado a un
nivel muy abstracto que requiere de gran atención y juega con el virtuosismo no a nivel solista, sino grupal. Me atrevo a decir que es
el tema más interesante que ha pasado por este blog (junto al otro
del cual ya hablaré).
“El
otro que despierta” es el otro gran tema del disco. Algo que le da
este mérito es su forma. No es una canción, sino una composición,
con principio, desarrollo y fin. No hay estrofa ni estribillo, sino
secciones que van desarrollando el tema en el tiempo.
Empieza
con una guitarra arpegiada que sigue el estilo de sus influencias
uruguayas, pero lo interesante es que las guitarras, con sus efectos,
y por sobe todo la voz, estirada y flotante, generan un cierto grado
de ambigüedad e indefinición que puede recordar, tal vez, a un
Zappa de fines de los '60 o algunas de las bandas experimentales del
Canterbury Scene, más que nada Henry Cow y Art Bears. A la siguiente
sección, nos encontramos con algo más rítmico, donde la percusión
cobra estelaridad y el juego de pregunta-respuesta de las voces en
forma hablada juega también con lo rítmico de la mano con la
guitarra. Seguido a esto, empieza lo que podría denominarse un
puente, donde las guitarras de Portillo y López trabajan en forma
conjunta, pero de distintos lugares: Portillo manteniendo la noción
más armónica y rítmica, mientras que Lopez aporta con efectos que
van más por lo tímbrico. De a poco la velocidad del arpegiado, así
como el cambio de acordes, se va acelerando, aumentando cada vez más
la tensión. En momentos, se le suman ataques super agresivos que van
dando introducción al pasaje final: un espiral atonal repetitivo,
donde la guitarra de Portillo repite una y otra vez la misma sucesión
de notas en subida y la guitarra de Lopez y la percusión de Ramos
juegan con una serie de efectos ambientales, sumado a voces y gritos
cargados de reverberación. Es este último pasaje la sección más
arriesgada del disco, porque se trata de algo que no no es fácil de
entender. No llega a ser algo totalmente disonante y libre, pero
tampoco es algo sumamente claro y definido. Podría ser algo más
bien estocástico. Lo claro es que cada sección contiene un material
muy interesante y hay un claro desarrollo de algo más cercano a algo
tradicional (aunque hasta ahí) y como de a poco se aleja hasta
volverse algo sumamente tensionado y difícil para el oyente. La otra
gema del disco
Discos salen todos los años y siempre
nos encontramos con cosas que valen la pena. Sin ir más lejos, van
más de 2 años de este blog y siempre ha habido material del cual
hablar a nivel local. Sin embargo, este disco es
un caso bastante especial.
Siendo
totalmente sincero, en este blog aparecen discos que recomiendo y que
obviamente me son muy atractivos, pero como digo en todos, ninguno es
algo verdaderamente nuevo. Ninguno sorprende por ser innovador o
traer algo que sea un paso hacia adelante. Se destacan por su trabajo
y elaboración, por su interés como arte, pero no por ser algo nuevo
en sí. Es más, de todo lo que he escrito, creo que el único que
reúne estas características es “Partido el ganado” de
Alessandro Podestá y en menor medida “Rocky Marciano” de
Genuflexos. Los demás discos son de buena a gran calidad y tienen
mucho valor, pero ninguno entra en esto que hablo, que para mí, si
además está bien hecho, es el mayor logro.
Este disco debut de Portillo es eso de
lo que hablaba al principio y en este párrafo anterior. Hay que
saber donde colocar el valor de cada obra artística (cuando lo
tiene). El disco de Portillo, es para mí, un enorme logro. Tiene un
enorme valor musical a nivel de trabajo: un minucioso y elaborado
resultado instrumental, donde cada instrumento está trabajado al
máximo para sacar el mayor grado de detalle siguiendo la línea
estética del proyecto, y a su vez, todos estos hacen sus propias
búsquedas para llegar a una mayor originalidad y “voz propia”,
algo que también va en la línea conceptual.
Pero lo más fascinante es la parte
compositiva. Claro, esta depende de lo anterior, obviamente, pero
hablo del lugar de partida. Cada composición tiene un nivel de
elaboración sumamente complejo a nivel de ensamble, a nivel
estructural, a nivel armónico, a nivel melódico, a nivel tímbrico.
Es increíble como ninguno de los 11 temas pasa desapercibido, como
todos tienen algo que los hace sumamente interesantes, sean todos los
puntos o solo uno, como el contrapunto entre los instrumentos, o el
timbre que se le busca a la voz, o los cambios de tempo y secciones.
11 temas y ninguno queda “de relleno”. Ninguno queda opacado y
todos tienen algo que puede considerarse de absoluta riqueza musical
no solo a nivel general (desde un punto de vista más atemporal),
sino como trabajo artístico actual y local.
Es emocionante que haya un disco así,
acá y hoy. Un disco que de verdad trae algo nuevo, en momentos en
menor medida, en otros en mayor. Un disco más arriesgado y que
aprovecha cada parámetro para explorar.
A la vez es frustrante que por todo
esto, no vaya a tener su merecido reconocimiento en su presente, como
siempre sucede. Y cuesta más porque generalmente estas cosas se
terminan valorando con el tiempo, por la marca que dejan, porque
cuando sucede en su momento dado es en gran parte por el marketing
que recibe. Pero me atrevo a decir, teniendo en cuenta la historia de
la música popular uruguaya (y bueno, de la música uruguaya en
general) que este disco va a dejar una marca, una marca importante,
de una generación actual que está dándole un verdadero nuevo giro a
la música nacional.
“Portillo” de Portillo es un
verdadero tesoro de nuestro país. Estará escondido para una gran
mayoría, pero para eso está este blog: para destapar tesoros.
Como siempre dejo links.
Su Facebook. Si gusta el disco, se pone "me gusta": https://www.facebook.com/Portillo-167170466966583/?fref=ts
Su disco para descargar en Feel de Agua: http://feeldeagua.net/discos.php
Y su Bandcamp, donde también se puede descargar y a la vez escuchar online: https://portillo-uy.bandcamp.com/
HASTA LA PRÓXIMA SEMANA!!!
3 comentarios:
Un placer volver a leerte. Saludos.
Portillo por Portillo es un generador de armonías que se desprenden en sus discontinuados en lo sencillo y en lo artístico. Es lo anímico y en la palabra que guitarrea con todos los sentido. Ojo al piojo esto es estilo y calidez. Tenemos que oírlo sin prejuicios y así podremos disfrutar del GRAN estilo PORTILLO.
Portillo por Portillo es un generador de armonías que se desprenden en sus discontinuados en lo sencillo y en lo artístico. Es lo anímico y en la palabra que guitarrea con todos los sentido. Ojo al piojo esto es estilo y calidez. Tenemos que oírlo sin prejuicios y así podremos disfrutar del GRAN estilo PORTILLO.
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